El arzobispo de Arequipa ha pedido no votar por candidatos
que apoyan el aborto en casos de violación y la unión civil entre personas del
mismo sexo. Monseñor Javier del Río Alba ha señalado que si los católicos votan
por ellos se convierten en “cómplices de pecado gravísimo”.
“Coherente”, han dicho muchos en las redes sociales respecto
al pedido del prelado. “Un católico consecuente con sus principios no puede
votar por esos candidatos”, señala otro usuario de Facebook. Y de pronto, se
habla de votar por principios, en un país en el que se elige al que roba pero
hace obra. Lamentable que los principios sólo tomen fuerza cuando se trate de
discriminar.
Pero si de principios se trata, Monseñor tendría que alargar
su lista de pecadores cómplices: los que representan a una institución que ha
encubierto a violadores de menores, por
ejemplo; o los que defienden a expresidentes presos por violación de derechos
humanos. Ellos y sus seguidores también deberían ser rechazados por el voto popular
y condenados al fuego eterno, según esta extraña ensalada de complicidades,
votos y pecados que ha recetado el arzobispo.
En las redes sociales se ha criticado la intromisión de del
Río en política, en su calidad de representante de la Iglesia Católica. Y
quizás lo que debería pedirse no es que el clero inhiba el ejercicio de sus
derechos civiles sino que ejerzan también sus deberes y que paguen impuestos,
por ejemplo, o que el Estado deje de subsidiar a la Iglesia en consideración a
su carácter laico establecido en la Constitución. Al César lo que es del César,
y a Dios lo que es de Dios.
(ENERO, 2016)

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