martes, 29 de octubre de 2013

Votar y botar canditados

Según la Constitución Política vigente, para postular a la Presidencia del Perú sólo se requiere ser peruano de nacimiento, tener más de treinta y cinco años de edad y gozar del derecho de sufragio. Nada más. ¿Poco verdad? Así, cualquiera puede postular, como cualquiera puede comprar la lotería, y no es la misma cosa ¿O sí? Quiero creer que no.

El ejercicio de este derecho implica un deber muy importante ante el país y es el de ofrecer una verdadera y seria alternativa de gobierno. Además, para ofrecer esta alternativa de gobierno no basta con decir “yo puedo”, hay que demostrar que se puede; de lo contrario, una postulación podría convertirse en una suerte de estafa.

El que sea –o pueda ser considerado- un buen padre, un farandulero reconocido, un locutor visceral y otras hierbas del campo, no garantiza en absoluto que se convierta luego en un buen gobernante. Que el doctor Ciro Castillo Rojo, padre del fallecido estudiante en el Colca, postule a la presidencia es un ejemplo de cómo este derecho se puede ejercer sin responsabilidad; y que tenga un 4% de intención de voto, según encuestas recientes, demuestra que nuestro sistema democrático está en pañales.

Somos 30 millones de peruanos, ¿es mucho pedir que tengamos unos mil ciudadanos decentes que estén en la capacidad de ofrecer un buen gobierno? Quizás el problema no es la ausencia de personas idóneas, sino que éstas terminan relegadas o auto relegadas, ante la fauna politiquera que hace su aparición en temporada electoral.

“En el Perú no existen partidos políticos, lo que hay son franquicias electorales”, señala el politólogo Julio Cotler, y le sobra razón. Y el ciudadano parece conformarse con esta situación. Al momento de votar, no demanda propuestas viables tanto como “caras conocidas”, aunque detrás de estos rostros sólo haya oportunismo. Esto es bien sabido y aprovechado por ese circo de candidatos que ya comienzan a aparecer y que postulan a un cargo público, como quien juega La Tinka.

Y tenemos que admitirlo, experiencias pasadas demuestran que un “13” pintado en la nalga, puede convertir a una vedette en congresista, aunque su único mérito sea hacer reír al público con sus “audacias”. Pero no seamos pesimistas, en el último proceso de revocatoria, el electorado capitalino emitió un voto que ha sido llamado “inteligente”. Aún con una cédula compleja, se tomó el trabajo de discriminar entre uno y otro regidor a ser revocado. En ese proceso de madurez, aunque lento e insipiente, se podría esperar que comencemos a expectorar a esos personajes advenedizos que tanto daño le hacen al país una vez que ganan la lotería, quiero decir, las elecciones.


En un proceso electoral, nuestro voto no sólo sirve para elegir autoridades; sino también puede servir para dar lecciones de decencia a esos candidatos que merecen quedarse, como decía mi abuela, en andas y sin velas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario