martes, 27 de noviembre de 2012

Raje del bueno, si es que lo hay



Luis Lama Mansur cuenta que en una época, no muy lejana, personas inexpertas comenzaron a escribir críticas de arte en periódicos y revistas con el único propósito de alabar las obras de artistas con apellido rimbombante e influencia a todo nivel, y así ganarse su simpatía y favores. De ese modo, más o menos, comenzó a perderse la crítica acuciosa, en la capital.

En nuestra ciudad, hace un par de décadas, existían críticos de arte que se enfrentaban a pluma limpia en los periódicos; y la gente los leía y participaba de la bronca entre críticos y artistas que semana a semana atestaban algún ácido artículo. Cuentan, por ejemplo, que fueron memorables los misiles escritos que se lanzaban Tito Cáceres Cuadros y José Valdez Pallete, cuando ambos dirigían sendos grupos de teatro en la ciudad.

Actualmente, los artículos de prensa sobre actividades artísticas se remiten, en la mayoría de casos, a una reseña entregada por el propio artista o la institución que auspicia la presentación; un comentario del autor del artículo que “rescata el esfuerzo”; o una entrevista al artistas que incluya un reclamo por la “falta de apoyo de las autoridades”.

En el mejor de los casos encontramos una interpretación de la propuesta artística –con lenguaje acartonado y hasta críptico, a veces-, pero no una crítica. Da la impresión que los entendidos en arte y promotores culturales, que vendrían a ser las voces autorizadas para emitir una crítica, no se atreven a herir la susceptibilidad de los artistas y ganarse su enojo.

Cierto es que se van a enojar, los artistas pueden ser susceptibles frente a una opinión negativa respecto a su trabajo, no sólo por ser el auténtico producto de su inspiración sino porque, seguramente, ha significado el enfrentamiento a un sinfín de adversidades, desde familiares, hasta económicas. Y todas estas consideraciones parecen pasar por la cabeza de quienes escriben sobre arte y les impide emitir una crítica seria.

Hay que tener en cuenta que un crítico, en cualquier parte del mundo, ha de ganarse la antipatía de quiénes critica; pero tiene la misión de involucrar al público con la producción artística, factor muy necesario para el desarrollo del arte. No olvidemos que el arte es una forma de comunicación, que hay un mensaje que busca llegar al público y que su supervivencia dependerá, precisamente, de cuánto perdure en la mente de los receptores.

Pero los críticos se equivocan por defecto cuando proporcionan guías eruditas para entender, supuestamente, una manifestación artística; se equivoca también la prensa especializada cuando se limita a la mera exposición de una pieza de arte. No nos equivoquemos todos, el arte no se entiende, se siente.  Y una buena crítica debe servir como acicate para que esa sensibilidad comience a revolotear en una comunidad a través de los medios de comunicación.

Pensándolo bien, si de sentir se trata, no sólo los entendidos podrían opinar de arte. Si se conserva la calma, si no se comenten excesos, todos podríamos decir con sencillez si una pieza de arte se acerca a nosotros o no. Y de esa manera, comenzamos a hacer del arte parte de nuestra vida. (Paola Donaire Cisneros)