jueves, 31 de octubre de 2013

“El puerquito”

Teníamos más de 9 millones de soles y 20 mil metros cuadrados de terreno en el centro de la ciudad, como para lucirnos con un bello y moderno teatro; pero el municipio nos entregó una especie de coliseo semicircular de techo verde traslúcido, sin criterio acústico, escénico, ni arquitectónico, bautizado pomposamente como “Palacio Metropolitano de Bellas Artes”. Teníamos 15 millones de soles y un balneario con historia, como para hacer de Tingo un ejemplo de modernidad y tradición; pero una avalancha de cemento se llevó el encanto de reposar a la sombra de los árboles. Teníamos 70 millones de soles para mejorar la infraestructura vial y se construyeron intercambios viales con estrechez de calles y visión de futuro. Y todos estos millones se gastaron tristemente en un sólo gobierno municipal.

Hasta hace más de una década, la falta de recursos económicos era la excusa permanente para la falta de obras que favorecieran al desarrollo de la ciudad. Lo que hoy lamentamos es la inversión irresponsable de millones de soles. Y en las críticas, el nombre repetido es el del alcalde provincial, Alfredo Zegarra Tejada, quien ha pedido simplemente que “no lo agarren de puerquito”. El burgomaestre descarta así las críticas, como si sólo fueran el producto de la animadversión de sus enemigos políticos.

Como todo aquél que se siente invulnerable, el alcalde vuelve a caer en error y los millones se siguen sacrificando. Son 25 millones de soles que el gobierno central comprometió para reconstrucción de la avenida Venezuela, destruida por las fuertes lluvias de febrero; pero la obra recién será licitada, más de ocho meses después, debido a que el municipio tardó en elaborar el expediente técnico. Y ocurre que falta muy poco para el inicio de la temporada de lluvias, con lo que el proyecto tendrá que aguardar más tiempo y podría costar más dinero.

Recordemos, además, que nuestro alcalde provincial estuvo dos años recibiendo dinero de la Universidad Nacional de San Agustín, como pago por una labor de docente que ya no realizaba. Más de 47 mil soles que el burgomaestre dice no haber notado en su cuenta bancaria. El dinero ha sido devuelto hace unas semanas; pero eso no cambia la imagen de una autoridad que “quiso pasarse de viva”.

¿Seguimos dándole al puerquito? No, no se trata de eso. Se trata de una frustración colectiva, de una ciudad que se enfrenta al caos de un crecimiento rápido y desordenado, con capacidad económica para hacerle frente, pero incapacidad de gestión en sus autoridades.


¿De qué sirve lamentarnos? Ahora quizás de muy poco, sobre todo por la descomunal sordera del municipio provincial. Pero no falta mucho para elegir nuevas autoridades y, entonces, deberemos recordar que en las manos de esos futuros alcaldes estarán, nuevamente, muchos millones de soles, que bien pueden proporcionarnos una ciudad mejor o, simplemente, más “puerquitos”.

El regreso de la Tía

Parecer que cuando se habla de minería no pudiera haber punto intermedio. Cualquier opinión a favor te convierte automáticamente en “pro-mina”; y cualquier crítica, en “antiminero”. Es como si se tratara de escoger entre dios y el diablo. En Arequipa, el caso Tía María, es así de sensible, y no es para menos.

Hace dos años y medio, tres personas murieron y decenas resultaron heridas en medio de las violentas protestas que se produjeron en contra de este proyecto minero, el cual busca establecerse muy cerca de una zona agrícola y que sufre de permanente escasez de agua.

Además del lamentable saldo, la empresa minera dejó un mal precedente: la UNOPS (organismo de las Naciones Unidas) encontró 138 observaciones al Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del proyecto. Además, terminó aceptando utilizar agua de mar sólo después de las protestas y de haber sostenido por muchos meses que la alternativa era inviable por sus altos costos.

“Southern tiene un pasivo feo que pagar en el valle: los pasivos de humos de Chucarapi y Toquepala”, reconoce el flamante director de Relaciones Institucionales de la minera y expresidente de la Cámara de Comercio de Arequipa, Julio Morriberón. Corregir esa mala imagen no es tarea fácil; y más aún, después del maltrato –por decir lo menos- del año 2011.

Con el propósito de reanudar el proyecto minero, Southern ha iniciado la búsqueda de la llamada “licencia social”. Uno de los mecanismos es la realización de talleres, que tienen como objetivo informar a la población sobre los cambios que se han hecho al proyecto minero y cómo se desarrollarán. La semana pasada se canceló un taller no oficial, por falta de seguridad; y este fin de mes está programado un taller oficial, convocado por el ministerio de Energía y Minas (Minem), que podría terminar en lo mismo.

Dados los antecedentes, la población no confía en la minera, ni en sus propuestas. Esa posición es comprensible; sin embargo, asistir a los talleres no significa aceptar el proyecto, significa principalmente: escuchar. Y escuchar podría ser una buena oportunidad para demostrar que no se trata de un rechazo irracional y tozudo contra la minería, como algunos quieren calificarlo. “Lo cortés no quita lo valiente”, reza el dicho. Y si la población y sus líderes aceptaran asistir a los talleres tendrían la oportunidad de plantear sus exigencias, o su negativa, en un ambiente democrático y sensato; sin tener que recurrir a la violencia y desvirtuar sus justas demandas.


Cuando la convicción está de nuestro lado, el diálogo no es una amenaza. Así, estos talleres podrían ser vistos, por quienes rechazan el proyecto minero, como una oportunidad para dejar sentada su posición en términos pacíficos y demostrar que no hay manipulaciones de por medio.

martes, 29 de octubre de 2013

Votar y botar canditados

Según la Constitución Política vigente, para postular a la Presidencia del Perú sólo se requiere ser peruano de nacimiento, tener más de treinta y cinco años de edad y gozar del derecho de sufragio. Nada más. ¿Poco verdad? Así, cualquiera puede postular, como cualquiera puede comprar la lotería, y no es la misma cosa ¿O sí? Quiero creer que no.

El ejercicio de este derecho implica un deber muy importante ante el país y es el de ofrecer una verdadera y seria alternativa de gobierno. Además, para ofrecer esta alternativa de gobierno no basta con decir “yo puedo”, hay que demostrar que se puede; de lo contrario, una postulación podría convertirse en una suerte de estafa.

El que sea –o pueda ser considerado- un buen padre, un farandulero reconocido, un locutor visceral y otras hierbas del campo, no garantiza en absoluto que se convierta luego en un buen gobernante. Que el doctor Ciro Castillo Rojo, padre del fallecido estudiante en el Colca, postule a la presidencia es un ejemplo de cómo este derecho se puede ejercer sin responsabilidad; y que tenga un 4% de intención de voto, según encuestas recientes, demuestra que nuestro sistema democrático está en pañales.

Somos 30 millones de peruanos, ¿es mucho pedir que tengamos unos mil ciudadanos decentes que estén en la capacidad de ofrecer un buen gobierno? Quizás el problema no es la ausencia de personas idóneas, sino que éstas terminan relegadas o auto relegadas, ante la fauna politiquera que hace su aparición en temporada electoral.

“En el Perú no existen partidos políticos, lo que hay son franquicias electorales”, señala el politólogo Julio Cotler, y le sobra razón. Y el ciudadano parece conformarse con esta situación. Al momento de votar, no demanda propuestas viables tanto como “caras conocidas”, aunque detrás de estos rostros sólo haya oportunismo. Esto es bien sabido y aprovechado por ese circo de candidatos que ya comienzan a aparecer y que postulan a un cargo público, como quien juega La Tinka.

Y tenemos que admitirlo, experiencias pasadas demuestran que un “13” pintado en la nalga, puede convertir a una vedette en congresista, aunque su único mérito sea hacer reír al público con sus “audacias”. Pero no seamos pesimistas, en el último proceso de revocatoria, el electorado capitalino emitió un voto que ha sido llamado “inteligente”. Aún con una cédula compleja, se tomó el trabajo de discriminar entre uno y otro regidor a ser revocado. En ese proceso de madurez, aunque lento e insipiente, se podría esperar que comencemos a expectorar a esos personajes advenedizos que tanto daño le hacen al país una vez que ganan la lotería, quiero decir, las elecciones.


En un proceso electoral, nuestro voto no sólo sirve para elegir autoridades; sino también puede servir para dar lecciones de decencia a esos candidatos que merecen quedarse, como decía mi abuela, en andas y sin velas.

Sería un milagro

En los últimos 20 años, Arequipa ha pasado, de ser una ciudad pequeña, a ser una grande. De acuerdo a las últimas estimaciones censales, sólo en la ciudad vivimos más de un millón de personas y eso implica un nuevo tipo de problemas. La congestión de tránsito ya no se soluciona con un par de puentes; ni el desorden callejero, con un par de normas municipales que nadie respeta.

Y como el crecimiento demográfico ha sido tan abrupto, no sólo tenemos los problemas de una ciudad grande, sino que mantenemos otros que pertenecen a un poblado. Así, el vecino cierra la cuadra para vender parrilladas, la cofradía de la parroquia revienta troya a las 5:00 de la mañana de cualquier día, el colegio NN realiza una marcha publicitaria por el centro de la ciudad en día de semana, la institución AB celebra su aniversario en la Plaza de Armas también en día laborable y así, cada quien dispone de las calles más concurridas para sus propios fines sin importar las molestias y perjuicios que causen al resto de personas. Y ni qué decir de las marchas de protesta y procesiones, que llevan consigo el supuesto ejercicio de un derecho. Y digo “supuesto”, ya que atenta contra el derecho de la mayoría a transitar libremente.

Y es en octubre cuando la situación empeora. Son seis recorridos procesionales que se realizan en todo el mes y cada uno conlleva al cierre de varias calles y avenidas a lo largo de todo el día. Eso, sin contar las procesiones que se realizan en diversos barrios. No pretendo desconocer el valor religioso de la devoción al Señor de los Milagros, el problema aquí es de la necesidad de una convivencia urbana armoniosa. Según estudios de la Gerencia de Transportes del municipio provincial, 50 mil vehículos recorren diariamente el Centro Histórico y más de 150 mil personas, para cumplir con sus trabajos u otras diligencias, las que se ven afectadas, sobre todo por las dimensiones del evento religioso.

La venerada imagen de la Virgen de Chapi congregó, en varias oportunidades, a miles de devotos en el Estadio Arequipa. ¿Sería un milagro que se escogiera el mismo recinto para la veneración del Cristo Morado? La propuesta no es ideal, pero pretende no ser drástica ni irreverente.


Algunos dirán que no sólo en Arequipa se realiza este tipo de recorridos y que si en Lima se sigue haciendo, aquí también se puede. Pero debo recordar lo estrechas que son nuestras calles y que apenas si contamos con vías de desfogue. Por lo cual, no sólo en octubre debería cambiarse de hábitos –valga la ironía-, sino que deberíamos comenzar a dejar de lado la mala costumbre de ignorar al prójimo y su simple derecho a transitar sin tener que comer ansias.  

Renuncia periodística

El periodismo es de esas profesiones que entristece a un padre cuando escucha a su hijo que la ha elegido como carrera. No es de las que dan prosperidad económica con su solo y limpio ejercicio. Las satisfacciones son otras, por eso, es de las que necesitan más vocación que otras, más idealismo. Pero de los ideales, por lo general, no se vive; al contrario, se muere. Por desgracia, o por fortuna, la muerte es lenta.

El buen periodismo, como dice el maestro Ryszard Kapuściński, es intencional, es decir: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. Ojo: un cambio en la sociedad. A un ideal tan alto es más fácil renunciar que aferrarse. Y el mal periodismo es ése, el que renunció; y se ha fijado objetivos de otra índole.

Un locutor de radio que “abre los micros” en nombre de la libertad de expresión pero que deja que las honras sean vilipendiadas sin más pruebas que un resentimiento exacerbado y anónimo detrás de la línea del teléfono, ha renunciado al periodismo por completo. El cronista deportivo que critica al club de fútbol luego que no le permitieron ingresar con su familia al estadio sin pagar entrada, también. Ha renunciado al periodismo y desde el inicio, el novel reportero que corre tras una conferencia de prensa en busca de bocaditos y lapiceros de regalo; tanto como el conocido presentador de noticias que alquila su espacio en televisión para difundir con el rótulo de “información” aquello que es publicidad. Renuncia al periodismo también quien, bajo el extraño concepto de “periodismo institucional”, cumple las funciones de un relacionista público. Y si han renunciado no debería exigir el nombre de periodistas; pero lo tienen.

Algunos consideran que el empirismo es la principal causa del mal ejercicio de la carrera. Y en realidad la afirmación es muy vaga. Existen grandes periodistas que no pasaron por una facultad de periodismo y viceversa. En todo caso, el mal ejercicio nace de la absoluta falta de formación o de una deficiente. Pero, malos profesionales los hay en todos los campos. La diferencia es que la labor periodística está más expuesta al escrutinio público. Pero esto no es una excusa; por el contrario, es un agravante.


Hay que tener en cuenta que el título de “cuarto poder” es más lírico que pragmático, pues el poder lo detenta quienes están a la cabeza de los medios de comunicación, no los periodistas. Aun así, los periodistas ocupamos un privilegiado lugar en los mass media, desde el cual quizás no podamos mejorar el mundo, pero –al menos- podemos intentarlo. Y en ese intento está la vocación, el mérito de ser llamado periodista, de esos que ayer 1 de octubre, Día del Periodista Peruano, no asistieron a ningún agasajo ofrecido por quienes tienen que fiscalizar.