jueves, 31 de octubre de 2013

“El puerquito”

Teníamos más de 9 millones de soles y 20 mil metros cuadrados de terreno en el centro de la ciudad, como para lucirnos con un bello y moderno teatro; pero el municipio nos entregó una especie de coliseo semicircular de techo verde traslúcido, sin criterio acústico, escénico, ni arquitectónico, bautizado pomposamente como “Palacio Metropolitano de Bellas Artes”. Teníamos 15 millones de soles y un balneario con historia, como para hacer de Tingo un ejemplo de modernidad y tradición; pero una avalancha de cemento se llevó el encanto de reposar a la sombra de los árboles. Teníamos 70 millones de soles para mejorar la infraestructura vial y se construyeron intercambios viales con estrechez de calles y visión de futuro. Y todos estos millones se gastaron tristemente en un sólo gobierno municipal.

Hasta hace más de una década, la falta de recursos económicos era la excusa permanente para la falta de obras que favorecieran al desarrollo de la ciudad. Lo que hoy lamentamos es la inversión irresponsable de millones de soles. Y en las críticas, el nombre repetido es el del alcalde provincial, Alfredo Zegarra Tejada, quien ha pedido simplemente que “no lo agarren de puerquito”. El burgomaestre descarta así las críticas, como si sólo fueran el producto de la animadversión de sus enemigos políticos.

Como todo aquél que se siente invulnerable, el alcalde vuelve a caer en error y los millones se siguen sacrificando. Son 25 millones de soles que el gobierno central comprometió para reconstrucción de la avenida Venezuela, destruida por las fuertes lluvias de febrero; pero la obra recién será licitada, más de ocho meses después, debido a que el municipio tardó en elaborar el expediente técnico. Y ocurre que falta muy poco para el inicio de la temporada de lluvias, con lo que el proyecto tendrá que aguardar más tiempo y podría costar más dinero.

Recordemos, además, que nuestro alcalde provincial estuvo dos años recibiendo dinero de la Universidad Nacional de San Agustín, como pago por una labor de docente que ya no realizaba. Más de 47 mil soles que el burgomaestre dice no haber notado en su cuenta bancaria. El dinero ha sido devuelto hace unas semanas; pero eso no cambia la imagen de una autoridad que “quiso pasarse de viva”.

¿Seguimos dándole al puerquito? No, no se trata de eso. Se trata de una frustración colectiva, de una ciudad que se enfrenta al caos de un crecimiento rápido y desordenado, con capacidad económica para hacerle frente, pero incapacidad de gestión en sus autoridades.


¿De qué sirve lamentarnos? Ahora quizás de muy poco, sobre todo por la descomunal sordera del municipio provincial. Pero no falta mucho para elegir nuevas autoridades y, entonces, deberemos recordar que en las manos de esos futuros alcaldes estarán, nuevamente, muchos millones de soles, que bien pueden proporcionarnos una ciudad mejor o, simplemente, más “puerquitos”.

El regreso de la Tía

Parecer que cuando se habla de minería no pudiera haber punto intermedio. Cualquier opinión a favor te convierte automáticamente en “pro-mina”; y cualquier crítica, en “antiminero”. Es como si se tratara de escoger entre dios y el diablo. En Arequipa, el caso Tía María, es así de sensible, y no es para menos.

Hace dos años y medio, tres personas murieron y decenas resultaron heridas en medio de las violentas protestas que se produjeron en contra de este proyecto minero, el cual busca establecerse muy cerca de una zona agrícola y que sufre de permanente escasez de agua.

Además del lamentable saldo, la empresa minera dejó un mal precedente: la UNOPS (organismo de las Naciones Unidas) encontró 138 observaciones al Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del proyecto. Además, terminó aceptando utilizar agua de mar sólo después de las protestas y de haber sostenido por muchos meses que la alternativa era inviable por sus altos costos.

“Southern tiene un pasivo feo que pagar en el valle: los pasivos de humos de Chucarapi y Toquepala”, reconoce el flamante director de Relaciones Institucionales de la minera y expresidente de la Cámara de Comercio de Arequipa, Julio Morriberón. Corregir esa mala imagen no es tarea fácil; y más aún, después del maltrato –por decir lo menos- del año 2011.

Con el propósito de reanudar el proyecto minero, Southern ha iniciado la búsqueda de la llamada “licencia social”. Uno de los mecanismos es la realización de talleres, que tienen como objetivo informar a la población sobre los cambios que se han hecho al proyecto minero y cómo se desarrollarán. La semana pasada se canceló un taller no oficial, por falta de seguridad; y este fin de mes está programado un taller oficial, convocado por el ministerio de Energía y Minas (Minem), que podría terminar en lo mismo.

Dados los antecedentes, la población no confía en la minera, ni en sus propuestas. Esa posición es comprensible; sin embargo, asistir a los talleres no significa aceptar el proyecto, significa principalmente: escuchar. Y escuchar podría ser una buena oportunidad para demostrar que no se trata de un rechazo irracional y tozudo contra la minería, como algunos quieren calificarlo. “Lo cortés no quita lo valiente”, reza el dicho. Y si la población y sus líderes aceptaran asistir a los talleres tendrían la oportunidad de plantear sus exigencias, o su negativa, en un ambiente democrático y sensato; sin tener que recurrir a la violencia y desvirtuar sus justas demandas.


Cuando la convicción está de nuestro lado, el diálogo no es una amenaza. Así, estos talleres podrían ser vistos, por quienes rechazan el proyecto minero, como una oportunidad para dejar sentada su posición en términos pacíficos y demostrar que no hay manipulaciones de por medio.

martes, 29 de octubre de 2013

Votar y botar canditados

Según la Constitución Política vigente, para postular a la Presidencia del Perú sólo se requiere ser peruano de nacimiento, tener más de treinta y cinco años de edad y gozar del derecho de sufragio. Nada más. ¿Poco verdad? Así, cualquiera puede postular, como cualquiera puede comprar la lotería, y no es la misma cosa ¿O sí? Quiero creer que no.

El ejercicio de este derecho implica un deber muy importante ante el país y es el de ofrecer una verdadera y seria alternativa de gobierno. Además, para ofrecer esta alternativa de gobierno no basta con decir “yo puedo”, hay que demostrar que se puede; de lo contrario, una postulación podría convertirse en una suerte de estafa.

El que sea –o pueda ser considerado- un buen padre, un farandulero reconocido, un locutor visceral y otras hierbas del campo, no garantiza en absoluto que se convierta luego en un buen gobernante. Que el doctor Ciro Castillo Rojo, padre del fallecido estudiante en el Colca, postule a la presidencia es un ejemplo de cómo este derecho se puede ejercer sin responsabilidad; y que tenga un 4% de intención de voto, según encuestas recientes, demuestra que nuestro sistema democrático está en pañales.

Somos 30 millones de peruanos, ¿es mucho pedir que tengamos unos mil ciudadanos decentes que estén en la capacidad de ofrecer un buen gobierno? Quizás el problema no es la ausencia de personas idóneas, sino que éstas terminan relegadas o auto relegadas, ante la fauna politiquera que hace su aparición en temporada electoral.

“En el Perú no existen partidos políticos, lo que hay son franquicias electorales”, señala el politólogo Julio Cotler, y le sobra razón. Y el ciudadano parece conformarse con esta situación. Al momento de votar, no demanda propuestas viables tanto como “caras conocidas”, aunque detrás de estos rostros sólo haya oportunismo. Esto es bien sabido y aprovechado por ese circo de candidatos que ya comienzan a aparecer y que postulan a un cargo público, como quien juega La Tinka.

Y tenemos que admitirlo, experiencias pasadas demuestran que un “13” pintado en la nalga, puede convertir a una vedette en congresista, aunque su único mérito sea hacer reír al público con sus “audacias”. Pero no seamos pesimistas, en el último proceso de revocatoria, el electorado capitalino emitió un voto que ha sido llamado “inteligente”. Aún con una cédula compleja, se tomó el trabajo de discriminar entre uno y otro regidor a ser revocado. En ese proceso de madurez, aunque lento e insipiente, se podría esperar que comencemos a expectorar a esos personajes advenedizos que tanto daño le hacen al país una vez que ganan la lotería, quiero decir, las elecciones.


En un proceso electoral, nuestro voto no sólo sirve para elegir autoridades; sino también puede servir para dar lecciones de decencia a esos candidatos que merecen quedarse, como decía mi abuela, en andas y sin velas.

Sería un milagro

En los últimos 20 años, Arequipa ha pasado, de ser una ciudad pequeña, a ser una grande. De acuerdo a las últimas estimaciones censales, sólo en la ciudad vivimos más de un millón de personas y eso implica un nuevo tipo de problemas. La congestión de tránsito ya no se soluciona con un par de puentes; ni el desorden callejero, con un par de normas municipales que nadie respeta.

Y como el crecimiento demográfico ha sido tan abrupto, no sólo tenemos los problemas de una ciudad grande, sino que mantenemos otros que pertenecen a un poblado. Así, el vecino cierra la cuadra para vender parrilladas, la cofradía de la parroquia revienta troya a las 5:00 de la mañana de cualquier día, el colegio NN realiza una marcha publicitaria por el centro de la ciudad en día de semana, la institución AB celebra su aniversario en la Plaza de Armas también en día laborable y así, cada quien dispone de las calles más concurridas para sus propios fines sin importar las molestias y perjuicios que causen al resto de personas. Y ni qué decir de las marchas de protesta y procesiones, que llevan consigo el supuesto ejercicio de un derecho. Y digo “supuesto”, ya que atenta contra el derecho de la mayoría a transitar libremente.

Y es en octubre cuando la situación empeora. Son seis recorridos procesionales que se realizan en todo el mes y cada uno conlleva al cierre de varias calles y avenidas a lo largo de todo el día. Eso, sin contar las procesiones que se realizan en diversos barrios. No pretendo desconocer el valor religioso de la devoción al Señor de los Milagros, el problema aquí es de la necesidad de una convivencia urbana armoniosa. Según estudios de la Gerencia de Transportes del municipio provincial, 50 mil vehículos recorren diariamente el Centro Histórico y más de 150 mil personas, para cumplir con sus trabajos u otras diligencias, las que se ven afectadas, sobre todo por las dimensiones del evento religioso.

La venerada imagen de la Virgen de Chapi congregó, en varias oportunidades, a miles de devotos en el Estadio Arequipa. ¿Sería un milagro que se escogiera el mismo recinto para la veneración del Cristo Morado? La propuesta no es ideal, pero pretende no ser drástica ni irreverente.


Algunos dirán que no sólo en Arequipa se realiza este tipo de recorridos y que si en Lima se sigue haciendo, aquí también se puede. Pero debo recordar lo estrechas que son nuestras calles y que apenas si contamos con vías de desfogue. Por lo cual, no sólo en octubre debería cambiarse de hábitos –valga la ironía-, sino que deberíamos comenzar a dejar de lado la mala costumbre de ignorar al prójimo y su simple derecho a transitar sin tener que comer ansias.  

Renuncia periodística

El periodismo es de esas profesiones que entristece a un padre cuando escucha a su hijo que la ha elegido como carrera. No es de las que dan prosperidad económica con su solo y limpio ejercicio. Las satisfacciones son otras, por eso, es de las que necesitan más vocación que otras, más idealismo. Pero de los ideales, por lo general, no se vive; al contrario, se muere. Por desgracia, o por fortuna, la muerte es lenta.

El buen periodismo, como dice el maestro Ryszard Kapuściński, es intencional, es decir: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. Ojo: un cambio en la sociedad. A un ideal tan alto es más fácil renunciar que aferrarse. Y el mal periodismo es ése, el que renunció; y se ha fijado objetivos de otra índole.

Un locutor de radio que “abre los micros” en nombre de la libertad de expresión pero que deja que las honras sean vilipendiadas sin más pruebas que un resentimiento exacerbado y anónimo detrás de la línea del teléfono, ha renunciado al periodismo por completo. El cronista deportivo que critica al club de fútbol luego que no le permitieron ingresar con su familia al estadio sin pagar entrada, también. Ha renunciado al periodismo y desde el inicio, el novel reportero que corre tras una conferencia de prensa en busca de bocaditos y lapiceros de regalo; tanto como el conocido presentador de noticias que alquila su espacio en televisión para difundir con el rótulo de “información” aquello que es publicidad. Renuncia al periodismo también quien, bajo el extraño concepto de “periodismo institucional”, cumple las funciones de un relacionista público. Y si han renunciado no debería exigir el nombre de periodistas; pero lo tienen.

Algunos consideran que el empirismo es la principal causa del mal ejercicio de la carrera. Y en realidad la afirmación es muy vaga. Existen grandes periodistas que no pasaron por una facultad de periodismo y viceversa. En todo caso, el mal ejercicio nace de la absoluta falta de formación o de una deficiente. Pero, malos profesionales los hay en todos los campos. La diferencia es que la labor periodística está más expuesta al escrutinio público. Pero esto no es una excusa; por el contrario, es un agravante.


Hay que tener en cuenta que el título de “cuarto poder” es más lírico que pragmático, pues el poder lo detenta quienes están a la cabeza de los medios de comunicación, no los periodistas. Aun así, los periodistas ocupamos un privilegiado lugar en los mass media, desde el cual quizás no podamos mejorar el mundo, pero –al menos- podemos intentarlo. Y en ese intento está la vocación, el mérito de ser llamado periodista, de esos que ayer 1 de octubre, Día del Periodista Peruano, no asistieron a ningún agasajo ofrecido por quienes tienen que fiscalizar.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

No me odies

Yesenia y Jenifer son ambas profesoras y bordean los 35 años. Hace 15 años que son pareja y viven juntas. Compraron un terreno, construyeron una casa y la han convertido en un lindo hogar de dos. La propiedad está a nombre de Yesenia. Si algo llegara a pasarle a ella, Jenifer perdería, no sólo al amor de su vida, sino todos sus bienes materiales que pasarían a propiedad de la familia de Yesenia. Si se aprobara la ley de la unión civil para homosexuales tampoco mejoraría la situación de Jenifer, pues lo más probable es que, en salvaguarda de su trabajo, no accedería a este derecho. Y es que, si ellas decidieran unirse civilmente, equivaldría a declarar públicamente su orientación sexual, lo cual seguramente las dejaría sin empleo y con el rencor reavivado de sus familias. Con una sociedad tan prejuiciosa como la nuestra. ¿Creen que el millón de homosexuales, que se calcula existe en el Perú, saldría en tropel a declarar públicamente su orientación al amparo de una unión civil legalizada? No lo crean.

Esta ley es lo mínimo que un Estado puede ofrecer a una minoría permanentemente juzgada y discriminada. La propuesta no es la gran cosa, no cambiará la doble moral de la sociedad, ni sus prejuicios medievales; pero ya es algo. Está formulada, además, en términos condescendientes respecto a los argumentos religiosos: no habla de matrimonio ni permite la adopción de hijos. Nadie está abriendo las puertas del cielo a los homosexuales, ni obligando a los devotos a ver con buenos ojos a la homosexualidad, ni pidiendo que se les permita casarse ante un altar; sólo se está reconociendo algunos derechos civiles de una minoría ciudadana, para adquirir propiedades y heredar en pareja, dentro de un país laico. Nada más.

Uno de los mayores detractores de esta ley es el congresista Carlos Tubino, del fujimorismo. Él afirma que es un paso previo al matrimonio gay y que éste es una amenaza para la familia, que está amparada por la Constitución. ¿Eso qué quiere decir? Que si los homosexuales se casan, que son el 3% de la población, ¿el resto de familias heterosexuales van a dejar de serlo? Parece que apoyaran las teorías que sostienen que todos somos homosexuales reprimidos en espera de mejores condiciones para “salir del closet”. Por favor. Bajo esa premisa, los hombres debieron dejar de serlo cuando se reconoció los derechos civiles de las mujeres.

Sería bueno que dejemos los discursos fatalistas para mejores causas, como la impunidad pretendida para sentenciados por delitos contra los derechos humanos o sacerdotes pedófilos librados de toda responsabilidad con auspicio de sus iglesias.


Un pueblo que practica la violencia, la desigualdad  y la discriminación; con autoridades que promueven el odio a las diferencias, eso sí es fatal. (set.2013)

Autogol

“Lo malo no es dios, sino su club de fans”, repiten quienes, a buena cuenta, reconocen los pecados de las iglesias, pero no aceptan que esto melle la divinidad del ser supremo en quien se inspiran. Y, a riesgo de caer en blasfemia, lo mismo podría decirse del fútbol.
Debo admitir que no soy aficionada, pero tampoco detractora. En ocasiones, he podido entender el fútbol como un ingenioso juego de estrategia y he visto jugadas que, ante mis ojos neófitos, han relucido de brillantes. Ojalá se tratara sólo de eso: un deporte.
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Pero el fútbol hace mucho que dejó de ser sólo un deporte. Para miles de acérrimos fanáticos se ha convertido en un culto, que los conduce a comportamientos absurdos, como aplazar una importante reunión de trabajo o hasta una boda para no perderse un partido; o a situaciones más dramáticas, como morir de un infarto por la emoción de un gol.

Pero el efecto más nocivo de este extraño culto –como sucede con todos los vicios-, es que convierte a sus seguidores en una masa vulnerable, que oscilará entre la euforia y la depresión a merced del desempeño de un equipo de fútbol que, en el caso peruano, casi siempre es lamentable. Y mientras el aficionado se devana los sesos para encontrar las causas y posibles soluciones a su frustración deportiva, los poderes políticos y económicos siguen sacando el mejor provecho, sin importar quién gane en la cancha.

“Han desilusionado a 30 millones de peruanos”, es una frase que leo con frecuencia luego de cada partido perdido en esta eliminatoria. “Una victoria (en el fútbol) es lo que el país necesita”, reiteran los comentaristas. ¿Perdón? Quizás la psicología podría dar mayores luces para tratar de entender de qué tipo de trastorno emocional emergen tales afirmaciones y bajo qué extraño hipnotismo colectivo muchos terminan creyéndolas. Pero, desde la comunicación social, que es lo mío, esos sólo son mensajes que se retroalimentan –de la masa a los medios -, con el único efecto de distraernos de los temas que verdaderamente importan.


En parte, lamento tener que escribir de fútbol en esta columna; pero el fenómeno no va a desaparecer con el sólo hecho de ignorarlo: ayer se jugó un nuevo partido y se habló nuevamente de la “esperanza de un país puesta en un seleccionado”. Olvidan nuevamente que sólo es un juego. Sin importar el marcador, seguiremos sudando la camiseta de la exclusión, la corrupción y la violencia. Aunque las matemáticas hicieran el milagro de que la selección nacional llegue al mundial, seguiremos  siendo un país que está entre los últimos del mundo en calidad educativa, donde no podemos caminar seguros por las calles, donde los ladrones de cuello y corbata saborean la impunidad; y los ciudadanos son más capaces de hacer causa común por un equipo de fútbol que por los niños que mueren de frío en las alturas. (set.2013)

Ya tocaba paro

Hace unos meses, el eterno dirigente popular, Felipe Domínguez, en una entrevista televisiva, explicaba que para este año tenía programado un paro, además de varias marchas de protesta. ¿Reclamando qué?, fue la pregunta lógica que no tuvo una respuesta concreta. Domínguez estaba seguro que en el camino aparecería algo por qué protestar. Así quedó claro que para este personaje, paralizar la ciudad y movilizar pobladores es sólo parte de su actividad dirigencial, la cual cumple aplicadamente. ¿Alguien duda que él esté motivado por intereses políticos ajenos a las “causas populares” que luego usa como excusa? Yo no.

Ayer, se cumplió lo anunciado: un paro regional. El reclamo principal – ¿o deberíamos decir, la excusa?-, fue la disminución del Canon Minero. Este aporte no ha sido escaso a lo largo de la última década, pero los gobiernos locales y el propio gobierno nacional no lo han sabido aprovechar. Han quedado millones de soles sin utilizar, otros tantos han sido invertidos negligentemente o han caído en las garras de la corrupción. Pero, claro, para los dirigentes, nada de esto importa al momento de organizar un paro y demostrar su poder de convocatoria.

“No tenemos servicios en mi pueblo, señorita. Y si cortan el Canon, seguro va a ser peor”, declaraba a una reportera, un poblador de Uchumayo que acompañaba la marcha de protesta de ayer en la Plaza de Armas. Sí, los pobladores sí tienen reclamos genuinos: en sus casas no hay agua y desagüe, no tienen empleo fijo, viven en la inseguridad, los precios de los alimentos suben, sus hijos no reciben una buena educación y sus familias no cuentan con un decente servicio de salud. Y todo esto sucede, mientras en el país se habla de bonanza económica e inclusión. Ellos están en las calles reclamando mejores condiciones de vida. Y de eso se aprovechan los dirigentes. Y digo: se aprovechan, porque esos paros y “marchas de sacrificio” sirven, por encima de todo, para que demuestren el poder que tienen sobre las masas y ganar con ello privilegios y prebendas de aquellas autoridades y políticos que en cada marcha cuentan votos.

Lo antes descrito no sucedo sólo en el Perú –como les gusta decir a tantos-, ni sólo ocurre ahora; es una vieja práctica, pero no por eso es correcta, ni mucho menos justa. Los dirigentes ganan poder, los manifestantes pierden esperanzas y confianza en el gobierno, y el resto de la población se ve perjudicada directamente en sus actividades económicas; mientras que el gobierno – a quien se supone va dirigida la protesta- sigue su agenda oficial sin inmutarse y el resto del país apenas si se entera que Arequipa estuvo en paro.


Si de lo que se trata es de expresar “la voz de protesta del pueblo”, debería comenzarse por legitimar las dirigencias; pues, las de ahora, flaco favor la hacen a ese pueblo con su sola presencia. 

¿Estamos fritos?

Con una botella de gaseosa en mano, como regalo, unas señoritas recolectan firmas para inscribir un movimiento político para las próximas elecciones municipales y regionales. Así de mal comenzamos. Y lo terrible no es sólo que ofrezcan la prebenda, sino que muchos la aceptan. Y luego se preguntan ¿por qué tenemos tan malos candidatos?
También nos quejamos de los personajes que finalmente resultan elegidos. “Cada pueblo tiene la autoridad que merece”, sentenciamos los que en suerte votamos por algún perdedor y nos vemos sometidos a la voluntad de la mayoría. Otros sin embargo, van un poco más allá: “elegimos autoridades entre los candidatos que la élite nos impone”, afirman.

Así, parece que la elección de autoridades se rigiera por leyes ajenas al propio elector, cuando se supone que en una democracia, como la nuestra, “el pueblo es el soberano”. Veamos nuestro actual panorama. Según diversas encuestas, alrededor del 70% de votantes no tiene candidato a la alcaldía provincial y gobierno regional de Arequipa, el resto menciona candidatos con nefastas hojas de vida. ¿Qué pasará con ese 70% que actualmente, a un año de las elecciones, no tiene candidato? Pues, a juzgar por lo sucedido en anteriores ocasiones, terminará votando por el mal menor o por aquél que le ofrezca más, sin importar la viabilidad de su propuesta. Y la historia se repetirá: volveremos a lamentarnos de nuestras autoridades. ¿Dónde está el hilo de esta madeja, para impedir que el ciclo se repita?

En los cálculos políticos, un año puede ser demasiado tiempo de anticipación para lanzar una candidatura. Los asesores recomiendan a sus candidatos mantener un perfil bajo el mayor tiempo posible, para reducir la posibilidad de que los enemigos políticos descubran los “anticuchos”, muertos en el ropero y rabos de paja que esconde el aspirante a autoridad; y se echen abajo la candidatura.  Como verán, esto ya pinta el tipo de candidatos que tenemos.

Pero un año es cortísimo si se trata de perfilar una propuesta seria para la administración de la ciudad y la región; para reunir técnicos capacitados y para organizar una campaña inteligente que no dependa de la venta anticipada del gobierno local.

Las campañas electorales son el mal inicio de todo gobierno. Se necesitan miles de dólares para la propaganda y, como no hay partidos políticos, no hay candidatura que pueda solventarse por sí sola. Ahí comienza a transarse las conciencias, desde el adinerado que “compra” una regiduría, por ejemplo, hasta el simple ciudadano que recolecta firmas y coloca afiches con el rostro del candidato para pedir después un puesto de trabajo.


A un año del próximo proceso electoral local y regional, el panorama es desolador. Sólo figuran, en el espectro político, candidatos de deplorable reputación y ninguna propuesta seria. ¿Estamos fritos? Mientras nos preocupemos del asunto sólo cuando una votación se avecina, la respuesta parece ser: sí. Ojalá me equivoque.

jueves, 22 de agosto de 2013

Cantemos, bailemos y... “raciemos”

Su nombre oficial es “Corso de la amistad”, pero cada vez parece menos amistoso. Es la principal actividad que se realiza desde hace tres décadas por el aniversario de la ciudad y, con cada año que pasa, no parece estar mejorando.

El afán de conservar las tradiciones dentro del corso terminan jugando malas pasadas. El primer inconveniente es que se realiza en las calles. Este año se extendió por más de seis kilómetros, desde la Avenida Lima en Mariano Melgar hasta la Avenida Avelino Cáceres en el distrito de Bustamante. Los que no acudimos al evento quedamos prácticamente impedidos de cruzar la ciudad. Para los que gustan participar de este colorido desfile el sacrificio puede ser mayor. 

La peripecia comienza con la ardua tarea de conseguir un lugar desde donde apreciar el espectáculo: apostarse desde muy temprano en un espacio de vereda y defenderlo, cuál bastión, durante varias horas; o pagar por cada silla que nos alquilen, más de 10 soles. Luego de una larga espera bajo el sol, comienzan a pasar las delegaciones, carros alegóricos y danzarines que hay que observar en medio de un mar de vendedores y personas que interrumpen la visión y generan desorden, empujones y hasta enfrentamientos verbales. El corso nunca es fluido: por momentos no hay nada qué ver, y en otros, las agrupaciones pasan raudas para llenar vacíos. Esto sucede durante más de 10 horas. Pero es la tradición y la mayoría parece estar acostumbrada.

Siempre se proponen soluciones: cambiar de organizador, que no se permita la lotización de las calles, que se reduzca el número de participantes, reforzar la participación de la Policía, etc.; pero la situación no cambia. Y dicen que es de tontos esperar resultados diferentes cuando se hace siempre lo mismo. Por cuestiones de seguridad, en este, como en otros años, el corso no ingresó al Centro Histórico, lo cual también es criticado por “no ajustarse a la tradición”.


Pero todos estos detalles logísticos no son lo menos amistoso del corso, sino la manera en que estas circunstancias sacan lo peor de las personas: el egoísmo, la falta de consideración, de respeto, el aprovechamiento y, lo que es más triste aún, el racismo. La cantidad de asistentes al corso se calcula en más de 50 mil, de todas las esferas sociales y colores. Una estampa casi completa de los habitantes de esta ciudad y de sus diferencias que, lamentablemente, no conviven en armonía. Es así que uno de los puntos de discusión sobre el corso es la participación de danzas puneñas. Y los epítetos se lanzan por doquier, así como las 100 toneladas de basura que quedan regadas a lo largo del desfile. 

Y nada de esto es amistoso, ni digno de una  tradición. ¿Podría alguien sugerir que el corso cambie radicalmente de desplazamiento y de reglas, sin convertirse en objeto de ataques chauvinistas? Creo que no y todo quedará como está. (ago.2013)

La bien amada

“Ciudad a la que nadie se ha atrevido a meterle la mano en las polleras… Ciudad donde los hombres se emborrachan bebiendo agua bendita… Arequipa y su táctica de anteponer el pecho a la cabeza”. Así escribió el poeta arequipeño Alberto Hidalgo en su “Carta al Perú”, en 1953, hace exactamente 60 años.

Ese talante contestatario ha caracterizado a los habitantes de estas tierras. Varios golpes de Estado, el de Castilla, Mariano Ignacio Prado, Sánchez Cerro y Odría se engendraron exitosamente al pie del Misti; y esos fueron sólo algunos de otros muchos levantamientos gestados en la ciudad. “No en vano se nace al pie de un volcán”, escribió Jorge Polar y está grabado en uno de los portales del Mirador de Yanahuara, donde todos los visitantes pueden tomar nota de este distintivo arequipeño.

“Cuando sonaban las campanas de la Catedral, el arequipeño salía a las calles preguntando: ¿por quién hay que luchar?”, refiere el historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán. Y así, también se dice que no hay arequipeño que no hay vivido un terremoto y una revolución. Los últimos fueron precisamente en 2001 y 2002, respectivamente.

Ese carácter rebelde del “León del Sur” es parte del orgullo arequipeño. En Facebook, esa red social en Internet que refleja parte del mundo real, existen páginas con nombres que explicitan nuestro tradicional regionalismo: “orgullosos de ser arequipeños” o “soy arequipeño, entiendo tu envidia”, son algunos ejemplos. En estas páginas, se destaca principalmente las riquezas naturales, las tradiciones, los grandes personajes del ayer y los recuerdos de antaño.

Sin embargo, la ciudad como está hoy no inspira muchos comentarios de orgullo; por el contrario, es fuente de diatribas: el crecimiento desordenado, la campiña exterminada, el caos vehicular, la delincuencia, las costumbres perdidas, las malas autoridades. Pero, aun reconociendo que sus condiciones no son las mejores, cerca del 70% de habitantes en Arequipa dice estar satisfecho de radicar aquí, según una encuesta realizada por la iniciativa ciudadana “Arequipa te Queremos”, el año pasado.

Ahora bien, siempre que se contrasta lo bueno con lo malo de la ciudad se termina responsabilizando a la falta de identidad. En esta línea, comienzan a aparecer los denuestos contra la inmigración. Sin embargo, según la misma encuesta, el 65% de inmigrantes dice “sentirse arequipeño”, y sólo el 10% responde que “no”.


Así, Arequipa cobija a habitantes satisfechos y orgullosos. Un orgullo que merece más que el puro hecho de ufanarse de grandezas que se escapan y laureles de ayer; con un regionalismo “que sirva de trampolín y no de sofá”, que nos impulse a preservar e incrementar la belleza de la ciudad y sus valores, con esa fuerza que nos hace arequipeños.

miércoles, 7 de agosto de 2013

“Sí, soy mujer, gracias”

Un auto camuflado en forma de guante se desplaza por las calles de Lima propinando choquecitos a los conductores “faltosos”; al volante, una coprolálica Natalia Málaga se venga, a punta de malas palabras, de las ofensas que las conductoras tenemos que sufrir a diario en el tránsito. Eso se observa en un video recientemente difundido en los medios; y sí, a muchas nos da ganas de celebrarlo. A ver, pónganse en nuestros tacos. Además de sortear los embotellamientos infernales, tenemos que sobrellevar que los choferes espeten el sustantivo “mujer” como si fuera un insulto. Y no, no tienen fundamento.

En los países europeos, donde las primas de seguros contra accidentes de tránsito son más altas cuando el conductor ha demostrado impericia, las mujeres pagan menores primas. Se considera que las mujeres pueden ser mejores conductoras porque tienen un mayor grado de aversión al riesgo. La calma con la que ellas manejan, que enerva tanto a los varones, hace que la tasa de accidentes protagonizados por conductoras sea menor que la de ellos.

También es frecuente que los hombres comentan infracciones y provoquen accidentes debido a una excesiva confianza en su habilidad de manejar. Pero claro, esto es imposible de explicar a un conductor que me está mandando de regreso “a la cocina”, desde la ventanilla de su auto. Y en ese momento, provoca responderle con la misma moneda, al estilo Natalia Málaga.

En el Perú, de cada 100 conductores con licencia, más de 70 son varones y son responsables del 90 por ciento de accidentes de tránsito con heridos graves, según información de la Policía Nacional. Es cierto que no sólo hay más varones al volante sino que ellos pasan más tiempo en las pistas; lo cual podría explicar que el sexo masculino encabece de lejos las estadísticas de infracciones y accidentes de tránsito; sin embargo, algunos estudios realizados en Latinoamérica revelan que  1 de cada 20 mujeres conductoras comete infracciones de tránsito; mientras 7 de cada 20 varones, lo hace.

Tampoco es que pretendamos sugerir que las mujeres manejen mejor. El hecho es que manejamos diferente. Las leyes que mandan en las pistas –dominadas por hombres- no son las del reglamento de tránsito: en luz ámbar se acelera, en la intersección tiene preferencia el que “mete carro”, cuando la luz de un vehículo indica que cambiará de carril hay que cerrarle el paso, etc. Y en esa jungla de contradicciones, la mayoría de conductoras opta por respetar el reglamento oficial, de allí que se nos vea como una molestia y se nos haga blanco de burlas.


Pero, si las conductoras comenzáramos  a actuar como ellos, sólo para que dejen de insultarnos, como sugiere el video del “guantazo”, no le haríamos ningún favor a la sociedad y contribuiríamos al peligro en las calles, calles por donde transitan nuestros hijos. Esa es la diferencia. Por eso, cuando pretenden insultarme por ser mujer, yo respondo: “gracias”. (ago.2013)

No bajar la guardia

Tomar un taxi no es tarea simple. Antes de subirse a uno, hay que fijarse que el casquete sea de una empresa de garantía, que el número de placa esté pintado en la parte delantera  y puertas del vehículo y que, de preferencia, no sea un “Tico”. Al acercarse al auto para negociar el precio se debe observar que la identificación del conductor esté en lugar visible así como el número de la unidad, que tenga radio de comunicación y que el chofer no esté con lentes oscuros o gorro. Ya dentro del vehículo, nuevamente hay que observar que el número de la placa esté pintado en las puertas y parte posterior de los asientos delanteros. El largo “análisis de seguridad” se complementa además con la previsión de colocar los seguros de las puertas y estar atento a cualquier sospechoso cambio de rumbo que pudiera hacer el taxi.

Sí, todo eso es lo mínimo que tiene que hacerse, si queremos prevenir ser víctimas de un asalto en taxi, una modalidad delincuencial que se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. El modus operandi es similar en la mayoría de los casos. El chofer del falso taxi detiene el vehículo y deja subir a dos o tres sujetos más. La víctima es reducida y despojada de sus pertenencias; o secuestrada varias horas mientras los delincuentes retiran el dinero de las tarjetas bancarias que posea.

En algunos casos, la víctima es torturada, violada o asesinada. Y esas fueron las probabilidades que cruzaron por la mente de Paola, una mujer de 40 años, cuando tres sujetos se subieron al taxi que ella había abordado unas cuadras antes. Ella es periodista y acostumbra andar por las calles muy prevenida de los riesgos. Debido a su trabajo conoce al detalle las modalidades de robo, estafa y demás que existen en el medio, y de cómo prevenirlos. En su labor revisa a diario las notas policiales que dan cuenta de asaltos, violaciones y asesinatos en la ciudad. En resumen: conoce bien de los peligros que existen en las calles y, por eso, cuando requiere abordar un taxi sigue todas las instrucciones de seguridad recomendadas por la Policía que, como ya hemos visto, no son pocas. Pero no, aquella vez no había seguido todo el ritual de seguridad, había confiado sólo en algunos detalles. Bajó la guardia y se convirtió en una víctima más.


Se dice que en la ciudad no existe alguien que no haya sufrido este tipo de asalto o que tenga a algún pariente cercano que lo haya sufrido. Estadísticas precisas no hay y las pocas con que se cuenta sólo sirven para generar “comités” inoperantes o efímeros operativos policiales. El ciudadano ha quedado a su suerte y hasta que no se produzca una milagrosa y eficiente reacción del Estado, sólo nos queda no bajar la guardia. Jamás.

#Toma La Calle

“Los jóvenes salieron a las calles a defender la democracia”. Podría ser parte de un texto periodístico escrito estos días; pero también lo fue en 1998. Fueron los jóvenes los que salieron a protestar a las calles cuando el régimen autoritario de Alberto Fujimori defenestró a los magistrados del Tribunal Constitucional (TC), cuando esta institución quiso declarar inconstitucional una tercera postulación del ex mandatario.

En ese entonces, los medios estaban al servicio del régimen y la cobertura periodística de las protestas fue casi nula. Hoy en día, la prensa no está tan silenciada e Internet acerca la información a la ciudadanía. Aun así, existe más del 63% de la población, según encuestas, que desconoce acerca de la reciente vergonzosa designación de los representantes del TC y la Defensoría del Pueblo.

En otras palabras, hace 15 años, el gobierno tenía que vendarnos los ojos, ahora parece que los tenemos vendados a voluntad. Y son muchas las cosas que dejamos de ver, en medio de esta “bonanza económica”. No vemos, por ejemplo, que nos estamos convirtiendo en fieles consumidores y estamos dejando de lado nuestra condición de ciudadanos.

Esta semana, cientos de jóvenes parecen haber reaccionado. Esa tecnología que usualmente utilizan para el entretenimiento ha servido para convocarlos a una protesta en defensa de conceptos intangibles, como la democracia y la dignidad. No, no era la suba de pasajes o el precio de los comestibles. Aunque, en medio de las marchas, se escuchaban disímiles reclamos, todos al final reflejaban lo que los ciudadanos esperan de su gobierno: decencia y respeto a la “voz de la calle”.

Los jóvenes, en ese nuevo lenguaje que muchos apenas entendemos, han difundido proclamas en las redes sociales que dicen: #TomaLaCalle o #EsteCongresoNoMeRepresenta. Y deben saber que la ciudadanía no debe limitarse a una marcha callejera, que si el Congreso no los representa es porque apenas si nos ocupamos del tema en el momento de las elecciones o, en el mejor de los casos, cuando un gran abuso propicia una crisis, como ha sucedido estos días.

Hay mucho por hacer. Organizarse y emprender un  proyecto mayor, por ejemplo. Evitar manipulaciones ajenas, separar la paja del trigo, hacer que germine esa semilla de dignidad e impedir que se la lleve el viento, como ha sucedido ya en tantas ocasiones.


Se espera que el Congreso corrija hoy esa vergonzosa repartija de cargos en el TC y la Defensoría del Pueblo que aprobó la semana pasada. Eso será una victoria y podría representar el inicio de un cambio importante en el rumbo político del país, a punto de celebrar 192 años de vida independiente; o podría quedar sólo como un registro de fotos en Facebook, comentarios en Twitter y videos en Internet, hasta que una nueva crisis lleve a los jóvenes de turno a las calles. ¿Qué es lo que queremos para el Perú? (jul.2013)

miércoles, 17 de julio de 2013

La discriminación tiene rebote

Para el corso de aniversario de Arequipa de este año se ha dispuesto que sólo participen danzas  de nuestra región. Eso, además de ser discriminatorio, demuestra una absoluta falta de reconocimiento de lo que somos actualmente como ciudad. El 25% de la población en Arequipa es migrante, y el 80% de esta migración proviene de Puno. Esto sin contar a los que, habiendo nacido aquí, tienen sus orígenes en otras tierras.

Decisiones como ésta, que ha tomado el municipio, alimentan los resentimientos e impiden que el evidente mestizaje en nuestra ciudad encuentre un camino armonioso. En otras palabras, provocan que los habitantes de una misma ciudad nos sigamos viendo como extraños y potenciales enemigos. En conclusión: más discriminación. Realmente preocupante, que la idea nazca de quien detenta el poder político.

Mariano nació en Juliaca y llegó a Arequipa cuando tenía 7 años. Por su lugar de origen fue objeto de burlas en el colegio, su tez cobriza lo convirtió en víctima del “raceo”. La ciudad le fue hostil y no le guarda ningún aprecio. Él ahora trabaja como taxista y es de los muchos que no respeta el reglamento de tránsito; y cuando no lo hace, los insultos que recibe están siempre dirigidos al color de su piel. En su casa, le ha enseñado a sus hijas a “no juntarse con las pituquitas”.

El racismo en nuestro medio ha tomado el nombre popular de “raceo”. Y así, tenemos en nuestra sociedad a los “raceadores”, aquellas personas que menosprecian a todo aquél que, por complejas causas psicosociopatológicas, consideran inferior. No todas las víctimas, los “raciados”, aceptan las afrentas con pasividad; y la revancha no siempre está dirigida contra los agresores. Así se teje una cadena de maltratos. La violencia engendra violencia, dicen, y la discriminación tiene rebote.

Elba es de Junín, vive en Arequipa y tiene a sus hijas estudiando en un colegio del distrito de Mariano Melgar. Allí, la mayoría de alumnas proviene de hogares migrantes de Puno. “A qué vienen ustedes provincianos acá, esto es para la gente de Puno”, le dicen a Elba las otras madres de familia. Y Elba y sus hijas son objeto de todo tipo de discriminación.

En Hunter, en un salón de un colegio particular, los alumnos han segregado a dos de ellos. En este caso, porque su color de piel es más claro que del resto. Los maestros, lejos de corregir esta conducta, la secundan con un trato discriminatorio. “Si no les gusta, que se los lleven a otro colegio”, comentan.


Y así, todos son discriminados en algún momento. ¿Nos les parece absurdo? Pues lo es, como quizás lo sea muchas de las conductas humanas. Pero ese balón de la discriminación llega muchas veces a nuestras manos y esa es la oportunidad que todos perdemos de detener el rebote.

Burocracia a cuestas

En el Perú, somos más de 3 millones y medio de contribuyentes registrados en SUNAT que, con nuestros impuestos, sostenemos directamente el aparato burocrático. El resto de la población adulta, unos 19 millones de peruanos, también contribuye con este sostenimiento mediante impuestos  indirectos.
Así resulta que millones de ciudadanos pagamos la planilla de 1 millón 300 mil servidores públicos, lo cual demanda un gasto anual de más de 2 mil 600 millones de soles. ¿A cambio de qué? De un sistema ineficiente, con muchos empleados que ingresaron a sus puestos de trabajo por la ventana y que, ahora, se reúsan a un cambio que busca beneficiar a la población.

En medio de intereses políticos, los empleados públicos no se dan cuenta que las recientes huelgas y marchas de protesta en contra la promulgada Ley del Servicio Civil ponen en tela de juicio su capacidad. Un buen trabajador no tendría por qué oponerse a ser evaluado; menos aún si va a recibir la oportunidad de capacitarse, en el caso de resultar desaprobado. Penoso resulta que reclamen en las calles y por la fuerza una estabilidad laboral que, al parecer, no se sienten capaces de ganar con un buen desempeño en sus puestos de trabajo.

Que el gobierno planea despidos masivos, que la evaluación será arbitraria y otros argumentos más de los huelguistas, terminan sonando a pretexto frente a una verdad innegable: la atención en el sector público tiene que mejorar.

Carmen acudió a la Oficina de Circulación Terrestre para renovar su licencia de conducir y se encontró con un impedimento: en el sistema, su brevete figuraba como “suspendido”. Segura de que se trataba de un error, la mujer pidió la revisión de su expediente en el cual, como ella afirmaba, no existía ningún documento que sustentara la sanción. Pese a esto, la encargada de la oficina se negó a darle solución al problema. Sólo con la intervención de la Defensoría del Pueblo, Carmen logró que se le reconociera el derecho a revalidar su documento, trámite que le tomó más de dos años porque, además, en el ínterin, el expediente se extravió.

Estar frente a un empleado público que, simplemente, se encoge de hombros ante las dificultades de un trámite documentario que su propia negligencia ha provocado, puede ser no sólo una experiencia enervante si no costosa en tiempo y dinero. Y sucede con demasiada frecuencia. Es cierto que la mala atención al público en la burocracia estatal, se debe además  a los sistemas engorrosos y la insuficiente cantidad de personal; pero, con mejores trabajadores, la situación sería mucho menos frustrante para el usuario.


Cada año, el aparato burocrático del Estado recibe 42 mil nuevos trabajadores, muchos de los cuales ingresan por favores políticos o “amiguismo”. En ese sistema informal nada garantiza la contratación de personal capaz, eficiente y honesto. Esto, en definitiva, tiene que cambiar.

“La voz de Dios”

Hace tres años, cerca de un centenar de personas se agolpó una mañana al frente de un centro comercial que aún no abría sus  puertas. El gentío furioso vociferaba en contra de la empresa, criticando su origen extranjero y demandando que se fuera del país. Dentro de la muchedumbre muchos gritaban: “¡saqueo!”. La razón: una mujer había llamado por teléfono a una sintonizada radio local denunciando que había sido maltratada físicamente en ese supermercado. Según la señora, la agresión se produjo luego que su pequeño hijo cogiera unos caramelos de los anaqueles, como una travesura; lo que habría provocado la ruda reacción del personal de seguridad del lugar. El locutor indignadísimo lanzó una perorata en defensa de la “humilde madre de familia” y convocó a su audiencia a realizar la protesta que, finalmente, se produjo.

En el lugar de la protesta, todos los manifestantes sustentaban su reclamo repitiendo la historia que se había propalado en el programa radial. Si bien no faltó alguien que afirmara ser testigo presencial de los hechos denunciados, la mayoría tenía un solo testimonio: el de la radio. Luego de un par de horas de griterío, que impidió el funcionamiento del local comercial, apareció en la escena, el locutor radial. El hombre fue entrevistado por unos colegas suyos sobre la autenticidad de la denuncia, pero él no supo responder. No sabía el nombre de la mujer, ni cómo ubicarla para refrendar lo ocurrido. Una llamada anónima había sido suficiente para armar tamaño molondrón.

El centenar de personas reunidas en el lugar ya había hecho su propio juicio, con víctimas, culpables y sentencia, basándose únicamente en un rumor. Y mientras esto sucedía, en la comisaría del sector se evaluaba un video de vigilancia del centro comercial sobre los hechos denunciados. En él se observaba a la mujer sustrayendo una pasta de dientes, un jabón y otros objetos pequeños de la tienda, en compañía de su menor hijo. Luego se la veía oponiendo resistencia ante la intervención del personal de seguridad. El parte policial, de otro lado, daba cuenta del hurto por un monto de 22 soles.

En esta historia tenemos a un puñado de gente inducido a una protesta en reclamo de un supuesto abuso; pero que en realidad terminó defendiendo a una delincuente común. La voz del pueblo, dicen, es la voz de Dios; pero no siempre tiene sabiduría.


Y recuerdo esto por el caso Ciro Castillo, cuando esa voz tampoco fue sabia al juzgar, sentenciar y condenar a Rosario Ponce por la muerte del joven universitario, acusación que el Ministerio Público acaba de archivar por falta de pruebas. No es poco el daño que ese ser inasible llamado “opinión pública” ha infringido a la joven; y es que esa “voz de Dios” es muchas veces sólo un rebaño que avanza sin medir las consecuencias.

Mercado de noticias

“Que un perro muerda a un hombre no es noticia, que un hombre muerda a un perro, sí lo es”. Así está escrito en un viejo manual de Redacción Periodística de la Associated Press. Y así como lo usual no es noticioso, al parecer existe un supuesto tácito de que lo bueno es lo que comúnmente sucede y, por lo tanto, no es noticia. Si una autoridad cumple con su deber no es un hecho noticiable; que un padre se sacrifique día a día por sus hijos, tampoco.  La noticia es que esa autoridad sea corrupta o que ese padre sea cruelmente violento con sus hijos, y así se termina seleccionando como noticia lo que es malo. ¿Cuántas veces no hemos visto titulares de prensa que señalan: “corrupción”? ¿Se imaginan uno que diga: “honestidad”?

Y entonces, tenemos noticieros llenos de accidentes y crímenes. Hasta hace un par de décadas atrás, en la televisión sólo se transmitía una hora de noticieros a las 10 de la noche, y las notas violentas ocupaban apenas unos minutos al final del programa. El tratamiento de esta información ha cambiado trágicamente. Las llamadas “notas rojas” son titulares y reciben una larga cobertura de imágenes escabrosas y testimonios desgarradores. ¿Se han preguntado por qué?

Hace unos años trabajaba en un semanario que apostaba por las notas de interés social y colocaba en primera plana temas como la educación o la cultura. La venta de esas ediciones era dramáticamente menor en comparación a las que llevaban en portada una nota policial. La historia de Liz Pierina o el Monstro de Chiguata batieron récord en ventas. Los editores de noticieros lo saben: las notas de sangre “venden”. Existe cierto morbo en el público que los medios malamente aprovechan para aumentar sus ventas o su sintonía. Ya lo dijo hace unos días un comentarista de CNN: “las noticias buenas no venden”. Y claro, todos le echan la culpa al vendedor de malas noticias, como lo hizo el presidente Ollanta Humala días atrás , pidiendo 15 minutos de noticias positivas a los medios peruanos.

Pero el comprador también tiene responsabilidad ¿no creen? Si el asesinato de Alicia Delgado ocupó primeras planas a lo largo de dos meses fue porque durante todo ese tiempo los periódicos que abrían con esa información se vendieron como pan caliente. Y lo mismo sucedió con el caso Ciro. No crean que los periodistas no estaban también hastiados de tratar el tema mes tras mes, pero era lo que aseguraba las ventas y la sintonía.


La relación público-medios tiene rasgos esquizoides. Y es que el público son millones de personas, muchas de las cuales consumen ávidamente lo que otras repudian. La responsabilidad del “vendedor” de malas noticias es ponderar sus intereses meramente comerciales; y la responsabilidad del “comprador” de información violenta es comenzar a demandar y consumir mejores contenidos, que sí, los hay.

jueves, 20 de junio de 2013

Feudos universitarios

Jorge tiene 20 años, es estudiante de Administración en la Unsa y aspira a ser docente de esa misma universidad, cuando culmine sus estudios. Más que esforzarse en obtener buenas notas está empeñado en involucrarse en la política universitaria. Se ha fijado que ese es el camino que la mayoría de sus maestros ha seguido para obtener una cátedra. Muchos de los docentes tienen más vínculos políticos que sapiencia o experiencia profesional.

Malena está culminando sus estudios de Periodismo, también en la Unsa. Mientras realiza sus prácticas termina de convencerse de que tuvo malos profesores y que el plan de estudios que siguió de poco le sirve para ejercer su carrera. Cae en la cuenta que muchas de las materias fueron impuestas para favorecer a algún docente, más que para preparar adecuadamente a los estudiantes.

Este tipo de educación superior, que reciben los jóvenes en las universidades públicas, le cuesta al Estado más de 3 800 millones de soles al año. Es decir, nos cuesta a todos los peruanos. Y esa no es la única razón por la cual la reforma universitaria nos atañe a todos. Hay que tener en cuenta que de todos estos centros de educación superior egresan los profesionales que trabajan en el país. De la calidad educativa de ellos dependerá el nivel de los médicos que nos atiendan, los profesores que eduquen a nuestros hijos, los ingenieros que construyan nuestras ciudades, en fin, el nivel de desarrollo que podamos aspirar.

El cambio más debatido de la reforma es la creación de la Superintendencia Nacional de Universidades (Sunau), ente que estaría encargado de supervisarlas. “Sería la catástrofe más grande en la educación”, ha dicho Orlando Velásquez, titular de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR), advirtiendo que la reforma es una amenaza contra la autonomía universitaria y que convertiría a estos centros superiores en “feudos” del gobierno, “que los manejaría al vaivén de sus propios intereses”.

Curiosa afirmación de quien preside esa cofradía llamada ANR, integrada precisamente por muchos  rectores que han hecho de la universidad su “feudo” y que utilizan el término “autonomía” para proteger sus propios intereses. ¿Ha contribuido en algo la ANR para mejorar el funcionamiento de la universidad pública?

Que la Sunau esté adscrita al Ministerio de Educación quizás no sea la mejor idea, pero eso no debe impedir que se ejerza supervisión sobre las universidades, cuyo diagnóstico es catastrófico: ninguna de las que funciona en el Perú figura, siquiera, entre las primeras 500 del mundo.


Las universidades tienen la misión de generar desarrollo para la sociedad, a través de buenos profesionales; y eso no es posible cuando se utiliza el principio de la autonomía como excusa para eternizar la corrupción y la ineficiencia.

miércoles, 12 de junio de 2013

La que nos espera

¿Recuerdan ustedes cuánto tiempo iba a durar la construcción de los anillos viales cercanos al Hospital General, según el anuncio oficial? “Es una obra programada para tres meses a tres turnos, no podemos empezarla por partes ni retrasarla”, declaraba el alcalde provincial, Alfredo Zegarra, en agosto de 2011, a diferentes medios de comunicación.



Pues ya va más de un año y medio y el proyecto de marras aún no está completamente operativo. Es decir que la obra viene demorando seis veces más de lo anunciado.

Ahora se ha dicho que las obras en la Variante de Uchumayo tomarán 18 meses. Apliquemos una regla de tres simple: si esos dos anillos viales están demorando más de 18 meses, ¿va a tomar el mismo tiempo construir otros dos anillos, tres puentes más y una pista de ocho carriles de 5,2 kilómetros de longitud? Resulta difícil de creer. ¿Deben los sufridos ciudadanos multiplicar ese plazo por seis, igual que en la experiencia anterior? ¡No, por favor!

Es cierto que la mega obra de la Variante de Uchumayo no está en manos del municipio sino del Gobierno Regional, pero ha sido  encargada a un consorcio privado, igual que los anillos viales de El Palomar y la avenida Los Incas. No sería extraño que nos veamos nuevamente frente a una retahíla de explicaciones, excusas y lavadas de mano, que prolonguen los trabajos y, con ello, el serio congestionamiento vehicular, con la grave pérdida de tiempo y dinero que eso significa para los usuarios.

Son 57 mil vehículos que circulan por esa zona diariamente y, debido a las obras, el flujo será desviado principalmente hacia la avenida Metropolitana que ya es el único desfogue para el serio congestionamiento vehicular de la avenida Ejército. El caos vial ha sido evidente durante la primera prueba en vacío del pasado fin de semana. Los técnicos encargados ya han anunciado ajustes para los próximos días; y el inicio de las obras, programado para este 17 de junio, ha sido postergado sin nueva fecha.

Pero subsiste un problema elemental: el plazo de ejecución no es creíble. Es cierto que la ciudad está creciendo y necesita este tipo de obras; pero, cuando los plazos no son honestos, el costo para los ciudadanos es injusto e innecesariamente alto. Si se hubiera manejado plazos reales en el caso de los anillos viales de El Palomar y la avenida Los Incas, quizás se hubiera optado hacerlo por tramos y, así, perjudicar menos a la población.


El principal problema de este plazo “optimista” es que no permite tomar las previsiones técnicas adecuadas. A esto hay que sumarle que ya se está cuestionando el alto costo de la obra lo que, seguramente, dilate más su ejecución. Un poco de honestidad nos haría bien a todos.

miércoles, 5 de junio de 2013

Y usted, ¿qué tan corrupto es?

Nuestro país ocupa el quinto lugar en América en lo que a pagar coimas se refiere, de acuerdo con un ranking realizado por el Barómetro de las Américas en 26 países. Según este estudio, el 28.5% de los ciudadanos ha pagado alguna vez un soborno a un funcionario, en el último año. Y el 40% de ellos lo hizo más de una vez.

Juan circula en su auto sin alguno de los documentos que las normas exigen. Si es detenido por un policía tendría en sus manos evitar una sanción pagando un soborno. La historia es conocida, los conductores se quejan diariamente en la radio por los operativos de tránsito y consideran que el único objetivo es llenar de dinero el bolsillo de malos policías. ¿Y qué tal si en lugar de quejarse no llevan sus papeles en regla y respetan las normas de tránsito? Eso sería una responsabilidad individual en contra de la corrupción.

Pero la situación es más compleja. Julia ha invadido un terreno junto a un grupo de personas. El dirigente les indica sin rubor que hay que pagar una coima al funcionario de gobierno para que les otorguen sus títulos de propiedad. Si Julia se niega a pagar el soborno se quedará sin el apoyo de su dirigente y se ganará enemigos entre los demás invasores. Para ella, oponerse a la corrupción sería un desafío.

Otro caso: Ronald trabaja en una institución del Estado y sabe cómo funciona la red de corrupción entre sus jefes y algunos funcionarios en los procesos de licitación; pero tiene las manos atadas. No puede denunciarlos sin el riesgo de ser tachado por “soplón” y, lo que es peor, perder su empleo. ¿No hay salida?
Recientemente, en la Sunat se ha implementado un sistema que incluye la reducción de penas administrativas para los empleados que denuncien casos de corrupción oportunamente. Además, una vez identificados los responsables, sus nombres serán publicados en una lista oficial. Lo único que falta es que estas personas sean impedidas de ocupar cargo público alguno en su vida y no sólo por algunos años, como establecen las normas vigentes.

De hecho, todas las oficinas del Estado tienen órganos de control interno a donde los ciudadanos pueden acudir con denuncias; pero no son eficientes. Un mal entendido “espíritu de cuerpo” impide sanciones ejemplares y termina protegiendo al corrupto. Pero la corrupción tiene auspiciadores en todos los niveles: el ex alcalde de Uchumayo, Vidal Pinto, fue reelecto en ese cargo, pese a que en su primer periodo ya fue condenado y preso por delitos de peculado. El pueblo premió así su corrupción y, como ya saben, Vidal hizo de la suyas por segunda vez y perdió nuevamente el cargo.


Aunque la solución parezca inalcanzable, podemos hacer mucho contra la corrupción: enfrentarla directamente o, simplemente, no alimentarla, es decir, ni pagando coimas, ni votando por corruptos confirmados.

miércoles, 29 de mayo de 2013

“Machismómetros”

“Antes las mujeres cocinaban como sus madres, ahora beben como sus padres”. Leo esta frase con cierta regularidad en las redes sociales de internet y me parece que puede servir como un práctico ejercicio de medición del machismo personal, es decir: un “machismómetro”.

Instrucciones: Lea la frase y conteste las siguientes preguntas: ¿Le hizo reír, molestarse o reflexionar? Si le hizo reír, tranquilo, no diremos que es usted un machista troglodita. Aún. La frase es ingeniosa, tiene sentido y encaja con gracia en nuestros esquemas mentales, esos que exaltan en la mujer su rol pasivo, de la casa, la ternura, lo maternal y reprochan que esté en la calle pretendiendo hacer lo que hace un varón. Y es que la frase asesta contra una mal entendida igualdad y, por eso, vamos a tratar de explicar el asunto: hombres y mujeres son distintos fisiológica y culturalmente, pero deben ser iguales en el ejercicio de sus deberes y derechos ciudadanos; y en la libertad y condiciones para alcanzar sus aspiraciones. Esta idea es extensa y difícil, sí, de allí  los continuos malos entendidos.

Pero volvamos al “machismómetro”: ¿le parece mal que una mujer beba licor como varón?, ¿juzga usted en la misma medida que el varón tome como varón? Si respondió usted que sí en ambas preguntas, es usted una persona que posee un juicio en sano equilibrio o de las que pretende quedar bien ante sí mismas con respuestas correctamente políticas. Como fuera, esa es la respuesta con perspectiva de género, como dicen en las ONG. Sí, es criticable que la mujer beba licor como varón, pero es peor aún que lo que hacen los varones marque la línea de lo incorrecto. ¿No creen?

Última pregunta: ¿le parece que las mujeres deberían cocinar como sus madres?, ¿cree que los varones deberían hacerlo? Si contesto que sí a la primera pregunta, y que no, a la segunda, entonces ya podemos decirle machista. Y es que esa es la manera práctica de detectar una conducta o pensamiento machista: cuando se juzga o demanda de la mujer algo que no se haría del varón, y viceversa.

Otra frase en internet decía: “una mujer puede ser una dama, es su decisión; pero un varón tiene que ser un caballero, es su obligación”. Pues, este tipo de frases son las que alimentan las desigualdades y la discriminación más peligrosamente aún, porque vienen disfrazadas de una supuesta ventaja para la mujer.


En nuestra sociedad, aún machista, existen muchas circunstancias en las que es necesario exigir ventajas para la mujer –como la Ley de Cuotas-, porque el objetivo es procurar mejores condiciones para su desarrollo personal y ciudadano. Eso no implica que no puedan ser ellas las que cedan el asiento en la combi a un anciano o compartan la cuenta de un restaurante con un amigo. El resultado tendrá que ser siempre la equidad, de eso se trata.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Receta casera contra la pobreza

Una niña de 9 años carga botellas de agua en el cementerio mientras cuida a su hermano de 2 años. Unos metros más allá, su hermano mayor, de 14, carga una escalera junto a su madre. Es Día del Padre y la gran afluencia de personas al Campo Santo les ha propiciado esta momentánea oportunidad de trabajo. El resto del año, la mujer vende golosinas en los paraderos o busca fechas especiales como ésta para obtener algún ingreso adicional. Se llama Leonor y, junto con sus hijos, pertenece a ese 16,6% de pobreza urbana que registran las estadísticas en nuestro país.

Leonor era pobre antes de tener su primer hijo. ¿Por qué, entonces, tuvo dos más? Muchos culpan al Estado y al “sistema”, pero existe una responsabilidad individual que está pasando de soslayo. ¿Acaso Leonor no puede percibir que empeora su situación y la de sus hijos, cada vez que se embaraza?

Marleny es una joven que trabaja en un programa de apoyo social. Ella ve llegar mujeres, con cuatro o más hijos en fila india, a recoger alimentos; pocas trabajan y muchas tienen maridos que gastan en licor lo poco que ganan. La historia es común y subsiste, irónicamente, con ayuda del gobierno. Marleny quisiera poner como condición para entregar la ayuda, que las mujeres dejen de tener hijos; pero es al revés, a más hijos, la ayuda que reciben es mayor.

Algunos pensadores de izquierda afirman que existe un sistema económico voraz al que fríamente le conviene la “mano de obra barata”, que tiene su cantera en la pobreza. Pues es el mismo sistema que termina auspiciando la procreación irresponsable de hijos, al distribuir ayuda económica con ineficiencia. El Estado peruano gasta actualmente más de 2800 millones de soles anuales en estos programas. No se puede negar ayuda a la población pobre, eso es innegable; pero es grave que se termine alentando la inconciencia de tener hijos por descuido.

Muchos discursos políticos siembran, en la población empobrecida, la idea de que su condición es culpa del gobierno, solamente, y que sólo el gobierno puede remediarla. Y si por un lado, no se puede negar el rol protagónico del Estado en la generación de mejores condiciones de vida, de igual manera se debe insistir en la responsabilidad que cada uno tiene sobre su propia situación.

Quizás en el campo la circunstancias no sean las mismas, pero en la ciudad sí se tiene a la mano esta receta casera para reducir la pobreza: no tener hijos que no se puedan mantener. En los hospitales públicos se distribuyen dispositivos anticonceptivos gratuitamente. Hay que usarlos y hay que practicar y fomentar una paternidad responsable. Todas las personas tenemos el juicio suficiente para elegir cuántos hijos tener. La pobreza no nos priva del buen juicio. (may.2013)

miércoles, 15 de mayo de 2013

Pobres niños ricos

La pobreza afecta más a los niños y ésta no es sólo una frase de discurso político. En nuestro país, el 25.8% de la población es pobre, según el último informe del INEI (Instituto Nacional de Estadística e Informática); pero esta cifra se incrementa a 36.6%, en la población que tiene menos de 14 años. Es decir que por cada 3 adultos pobres, hay 4 niños que lo son. Y esto sucede mientras el Perú se ubica en el octavo puesto de países ricos de Latinoamérica.

En una provincia cualquiera de Arequipa vive Alison. Tiene 16 años y es la mayor de cuatros hermanos. Su mamá trabaja lavando ropa y su papá de peón. Alison acaba de dar a luz a su primer hijo, ha abandonado el colegio y comenzará a trabajar como cobradora de combi para poder sostener al bebé. El joven padre se ha comprometido a pasar una pensión, pero no lo hace. Así, el número de niños pobres en la familia de Alison se ha incrementado.

Según las estadísticas, los niños pobres pertenecen, sobre todo, a familias numerosas, en donde la cantidad de hijos no se incrementa por voluntad consciente de los padres. La situación se complica más cuando las hijas adolescentes comienzan a embarazarse a temprana edad. En el Perú,  el 12.5%  de adolescentes entre 15 a 19 años ya estuvo alguna vez embaraza.

Y ¿existen políticas de educación sexual y prevención de embarazos no deseados en este país de notable crecimiento económico?  Los resultados demuestran que no. En los últimos 11 años la cifra de embarazos en adolescentes no ha disminuido sino se ha mantenido. Los y las adolescentes cada vez están teniendo relaciones a más temprana edad, entre los 12 y 13 años.

Alonso es albañil. Vive en una reducida habitación en un distrito urbano de la ciudad, con su mujer y cuatro hijos. El menor tiene apenas unos días de nacido y ha sido diagnosticado con Síndrome de Down. Antes de recibir la noticia, las condiciones económicas de esta familia ya eran ajustadas. Ahora, no les alcanza el dinero para los exámenes especiales que necesita el bebé y que no brinda el sistema de salud público, en este país de expectantes cifras macro económicas.

Muchos dirán que la culpa de esta situación es del sistema y que la solución está en manos del gobierno; pasando por alto una responsabilidad que es individual: el ser padres, el procrear hijos  por simple inconciencia sin prever las condiciones de desarrollo a las que vamos a enfrentarlos. Relevarnos de esa culpa y dirigir el dedo acusador hacia las autoridades no impedirá que en este país de posibilidades –como decía Jorge Basadre-, los más pobres sean los niños. (may.2013)

miércoles, 8 de mayo de 2013

"Impasse" de mercado


Ponernos en permanente posición de víctimas no ayuda en mucho a las mujeres en su constante pedido de igualdades ciudadanas. Y esta vez, convirtió una pelea de mercado en un impasse internacional. Precisemos: bajo ninguna circunstancia se justifica la violencia, en una sociedad que pretende ser civilizada. Pero no se la justifica ni en hombres ni en mujeres, eso es parte de la igualdad que se espera.

Las agresiones verbales y físicas entre dos conciudadanas y el embajador de Ecuador, Rodrigo Riofrío, días atrás, fueron utilizadas por algunos políticos y medios de comunicación para lucirse como defensores de los derechos de la mujer, victimizándolas. Según la RAE, víctima es aquella persona que padece daño por culpa ajena. ¿Puede eximirse de culpa a alguien que inicia una disputa? 

Como ya es sabido, pronunciamientos y protestas callejeras de por medio, la presión pública precipitó la respuesta del Canciller, Rafael Roncagiolo, quien emitió un comunicado público pidiendo al Ecuador el retiro de su representante en nuestro país. A decir de los entendidos, esos  asuntos se ventilan en privado, diplomacia, como la llaman.

Diplomacia que además estuvo en las antípodas de la conducta de Riofrío frente a un pleito de mercado, lo cual dejó muy en claro que, como diplomático, había fracasado. Y como persona, también. No es cuestión de género ni de investidura. El atropello y la violencia son repudiables, vengan de donde vengan. ¿Qué deberíamos opinar, entonces, sobre la conducta de las mujeres que se liaron a golpes en el supermercado?  El mayor obstáculo de análisis en estos casos es que siempre existirá más de una versión y más de una perspectiva.

En un barrio cualquiera de nuestra ciudad, Enriqueta propinó un rotundo puñetazo a su hermano que llegó borracho a casa y le faltó el respeto a su madre; él respondió en igual medida y dejó a la mujer inconsciente en el piso. Viéndose en desventaja física, ella reacciona lanzando botellas sobre el hombre. Ambos terminan seriamente heridos. ¿Quién es la víctima? Ahí es donde comienza a desmenuzarse el juicio, y se culpa al que agredió primero o al que pegó más fuerte; pero no siempre es el mismo culpable. Aún en casos de legítima defensa existen muchas consideraciones de por medio antes de justificar una respuesta violenta.  La sentencia no será unánime.

Cuando la línea de nuestra moral es muy sinuosa, es casi imposible saber cuándo se la ha rebasado. Así, muchos condenan que un hombre reaccione con violencia, pero terminan justificando que una mujer lo haga; se critica al policía corrupto, pero se pagan coimas; se repudia el caos vehicular, pero no se respetan las normas de tránsito; se reniega de la sociedad, pero no se comienza a mejorar como personas.