miércoles, 18 de septiembre de 2013

¿Estamos fritos?

Con una botella de gaseosa en mano, como regalo, unas señoritas recolectan firmas para inscribir un movimiento político para las próximas elecciones municipales y regionales. Así de mal comenzamos. Y lo terrible no es sólo que ofrezcan la prebenda, sino que muchos la aceptan. Y luego se preguntan ¿por qué tenemos tan malos candidatos?
También nos quejamos de los personajes que finalmente resultan elegidos. “Cada pueblo tiene la autoridad que merece”, sentenciamos los que en suerte votamos por algún perdedor y nos vemos sometidos a la voluntad de la mayoría. Otros sin embargo, van un poco más allá: “elegimos autoridades entre los candidatos que la élite nos impone”, afirman.

Así, parece que la elección de autoridades se rigiera por leyes ajenas al propio elector, cuando se supone que en una democracia, como la nuestra, “el pueblo es el soberano”. Veamos nuestro actual panorama. Según diversas encuestas, alrededor del 70% de votantes no tiene candidato a la alcaldía provincial y gobierno regional de Arequipa, el resto menciona candidatos con nefastas hojas de vida. ¿Qué pasará con ese 70% que actualmente, a un año de las elecciones, no tiene candidato? Pues, a juzgar por lo sucedido en anteriores ocasiones, terminará votando por el mal menor o por aquél que le ofrezca más, sin importar la viabilidad de su propuesta. Y la historia se repetirá: volveremos a lamentarnos de nuestras autoridades. ¿Dónde está el hilo de esta madeja, para impedir que el ciclo se repita?

En los cálculos políticos, un año puede ser demasiado tiempo de anticipación para lanzar una candidatura. Los asesores recomiendan a sus candidatos mantener un perfil bajo el mayor tiempo posible, para reducir la posibilidad de que los enemigos políticos descubran los “anticuchos”, muertos en el ropero y rabos de paja que esconde el aspirante a autoridad; y se echen abajo la candidatura.  Como verán, esto ya pinta el tipo de candidatos que tenemos.

Pero un año es cortísimo si se trata de perfilar una propuesta seria para la administración de la ciudad y la región; para reunir técnicos capacitados y para organizar una campaña inteligente que no dependa de la venta anticipada del gobierno local.

Las campañas electorales son el mal inicio de todo gobierno. Se necesitan miles de dólares para la propaganda y, como no hay partidos políticos, no hay candidatura que pueda solventarse por sí sola. Ahí comienza a transarse las conciencias, desde el adinerado que “compra” una regiduría, por ejemplo, hasta el simple ciudadano que recolecta firmas y coloca afiches con el rostro del candidato para pedir después un puesto de trabajo.


A un año del próximo proceso electoral local y regional, el panorama es desolador. Sólo figuran, en el espectro político, candidatos de deplorable reputación y ninguna propuesta seria. ¿Estamos fritos? Mientras nos preocupemos del asunto sólo cuando una votación se avecina, la respuesta parece ser: sí. Ojalá me equivoque.

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