miércoles, 26 de marzo de 2014

Pastilla antiabortiva

Miles y miles de personas participaron el pasado sábado en diferentes ciudades del país en la denominada “Marcha por la vida”, que fue convocada por grupos católicos en contra del aborto. Cabe recordar que el aborto en el Perú es un delito que tiene pena de cárcel; y, aunque el aborto terapéutico es legal, la falta de un protocolo médico impide su aplicación. En otras palabras, las organizaciones que se autodenominan “pro-vida” piden que las leyes y normas no cambien, frente a los grupos que están pidiendo la legalización del aborto, en situaciones específicas.

Que la Iglesia Católica tiene una gran influencia en el Estado no es noticia para nadie, con lo que no es difícil saber que será muy complicado para un gobierno tomar una decisión que contravenga la postura de ésta, aunque la Constitución establezca que somos un Estado laico. La razón: la mayoría de votantes son católicos.

Se estima que en el Perú se producen unos 352 mil abortos al año, con las leyes como están. Es decir que no son las leyes las que alientan o impiden que un aborto se realice. La solución no está, entonces, en las leyes; al menos no en su totalidad.


Así las cosas, la causa católica antiaborto parece estar olvidando un flanco: sus propios fieles. Esos fieles que son mayoría en el Perú y que deberían cumplir aquello que su Iglesia manda con o sin leyes de por medio. Así, para reducir el número de abortos no sería necesario que impongan sus creencias a quienes no profesan su mismo credo, y el Estado podría mantener la neutralidad que le corresponde.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Malos planes

No sólo sus nombres son muy técnicos: Plan Metropolitano de Desarrollo (PMD) y Plan de Acondicionamiento Territorial (PAT), sus contenidos lo son aún más. Y son estos documentos, de complejo entendimiento, los que establecen el futuro de la ciudad como tal (hacia dónde crecer y dónde no hacerlo, con qué criterios, etc.)

Su elaboración fue encargada hace más de un año por la Municipalidad Provincial de Arequipa al Consorcio Peruano Español GR. Los Colegios Profesionales además de algunos municipios distritales y Sedapar han hecho 255 observaciones. Lo más cuestionable es que estos documentos establecen la urbanización de 400 hectáreas de campiña. Este atentado se puede evitar puesto que los planes tienen que ser aprobados por el Concejo Provincial antes de entrar en vigencia. El riesgo son los intereses en juego.

Pese a ser defensor de estos planes, el burgomaestre provincial, Alfredo Zegarra, se ha comprometido en no ceder “ni un cm2 de campiña para habilitaciones urbanas”. El mensaje debería ser tranquilizador, pero no lo es. En inicio porque el compromiso de Zegarra durará mientras sea alcalde, según él mismo lo ha escrito en su cuenta de Facebook; y luego porque su gerente de Desarrollo Urbano, Carlos Moya, ya está actuando como si los planes estuvieran aprobados. En un oficio, Moya ha comunicado a la familia Bedregal Durand que su terreno agrícola de 2.2 hectáreas se encuentra zonificado como "Urbano de Alta Densidad" en el PDM, a pesar de que este documento aún está en revisión. Las suspicacias sobre intereses económicos no necesitan más argumentos.

La Contraloría General de la República ha recomendado que no se aprueben estos planes si no se corrigen las observaciones. ¿Oirán los regidores? 





martes, 11 de marzo de 2014

Ni flores ni bombones

Magnolia tiene 41 años y trabaja instalando mayólicas en obras de construcción. Por su labor recibe entre 25 y 30 soles diarios, según el acuerdo al que llegue con el maestro de obra. A un varón que realice similar trabajo le pagan entre 80 y 90 soles. La discriminación se produce en labores que no requieren fuerza física y que las mujeres realizan con igual destreza que los hombres.

Raquel tiene 35 años y acaban de promoverla en la empresa donde trabaja. En su oficina corre el rumor que el ascenso lo ganó “en privado” con su jefe inmediato. Una limpia trayectoria de 10 años y un reciente estudio de posgrado no son datos que se incluyan en el chisme.

Angélica, de 45 años, se levanta temprano para dejar listo el almuerzo del día. Prepara el desayuno para toda la familia y embarca a los niños al colegio, antes de salir a trabajar. Por la noche se encarga de ordenar la casa y los fines de semana, de las compras. Su esposo trabaja.

Las mujeres ocupan hoy espacios que antes sólo pertenecían a los hombres. Llegar a esa situación no ha sido fácil y mantenerla lo es menos. No se trata de una simple competencia de géneros, sino del reconocimiento de la igualdad de derechos y libertades, entre hombre y mujer; al margen de las diferencias físicas y emocionales que existen entre ellos.


Para recordar este tipo de situaciones existe el Día Internacional de la Mujer, para reflexionar sobre las discriminaciones que persisten, los prejuicios que limitan y la violencia que mata. Este 8 de marzo no es día para flores, bombones y canciones manidas, por favor.

Tanto Tambo

Conozco personas que rechazan la minería; otras que tratan de aprovechar la actividad minera, trabajando; otras que lo hacen, manipulando; y otras que se oponen a la minería hasta que, por azar, les toca disfrutar de sus beneficios. La relación de las personas con la minería es esquizoide. No he podido conocer a alguien que rechace la minería, aun cuando los beneficios de oponerse sean menores a los de ponerse a favor. Pero, claro, sería irresponsable pretender analizar una realidad en su conjunto a partir de mi experiencia personal y mi entorno inmediato. Y ese suele ser un error frecuente.

Hace una semana, de paseo por el valle de Tambo, tuve un par de charlas con agricultores del lugar. “Nadie quiere a la mina”, me aseguró uno de ellos, refiriéndose al proyecto Tía María que la empresa Southern pretende instalar en el lugar y que hace más de dos años terminó en una revuelta popular que dejó el saldo de tres personas muertas. “Nos tendrían que dar una indemnización de por vida”, añade tras preguntarle si no existe ninguna posibilidad de que acepten la operación minera.

“Los dirigentes no representan a todos los agricultores… la gente ya está aceptando la mina”, es la frase que esgrime otro agricultor. Dos testimonios opuestos sobre una misma realidad que escuché en el valle, al igual que las dos versiones que se escuchan en los medios. La verdad no es fácil de asir, sobre todo  cuando existen intereses económicos muy grandes de por medio.


Bien haría falta un intermediario técnico y apolítico que reconozca el verdadero sentir de la población directamente afectada y  que pueda proteger el valle sin enemistarlo con el progreso.

Malas mañas

A la presidenta del Consejo Regional de Arequipa, Yamila Osorio, no le correspondía ese cargo. Según un acuerdo pactado años atrás, la presidencia del CRA durante 2014 debía recaer en Hernán Gutiérrez, consejero de Islay. La historia no es nueva, como tampoco es ningún secreto que ella es la carta que el presidente regional Juan Manuel Guillén Benavides tiene para la postulación a un tercer periodo en el GRA, en su reemplazo, en caso que su salud no se lo permita.

Y es ésta estrategia política la que provocó el nombramiento de Osorio en la presidencia del CRA. “Una decepción”, clamaron algunos opositores haciendo referencia a la juventud de la nueva autoridad atrapada desde el arranque en viejas mañas políticas. En ese momento, a comienzos de año, la crítica parecía apresurada.

Sin embargo, a sólo un mes en el cargo, la joven ha vuelto a mostrar otro síntoma de estas viejas mañas. En un gigantesco panel, aparece Yamila Osorio impulsando una campaña para el cuidado y sembrado de machas en Camaná. Una campaña – es importante señalarlo- que se realiza con dineros del GRA. Ella afirma no haber incurrido en falta. "Lo hice (la propaganda) con mi plata y con el material que sobró de mi campaña", ha declarado a la prensa. Y ¿por qué usó su dinero para difundir una campaña del GRA? ¿Generosidad o la oportunidad de que su imagen aparezca en una gigantografía vinculada al gobierno regional a pocos meses de las próximas elecciones? El JNE no ha descartado iniciar investigaciones sobre este hecho.


Muchos celebramos la participación de los jóvenes en política, precisamente con la esperanza de que erradiquen las viejas mañas. No nos decepcionen. 

Majes vuelve

A pocos kilómetros de El Pedregal se ubica una especie de ciudad fantasma. Se trata de una plaza principal con edificios adyacentes que fueron construidos entre 1971 y 1973, como parte del proyecto Majes-Siguas I. Se suponía que este sería el centro administrativo de la irrigación y se incluyó, inclusive, un magnífico monumento al agua, con fuentes y canales por donde nunca llegó a discurrir una sola gota de agua; así como, la plaza y los edificios construidos jamás fueron utilizados. Y es que, en la praxis, fue El Pedregal el lugar que se fue convirtiendo en el centro administrativo y económico de Majes.

Esta ciudad fantasma, que aún subsiste en el desierto, se mantiene casi como un ejemplo de lo que puede provocar el exceso de entusiasmo demagógico y la falta de una planificación realista.

Desde el inicio de los estudios para irrigar las pampas de Majes hasta la finalización de la construcción de la primera etapa de este proyecto transcurrieron más de 60 años. Desde entonces, han pasado 30 años más. Entenderán que el entusiasmo no me invade, luego que el pasado jueves se colocara la primera piedra de la segunda etapa; pero tampoco hay que ser pesimista.  Podríamos dejar que los errores de la primera etapa nos sirvan de experiencia: que el entusiasmo, la demagogia y los intereses particulares no cierren el paso a los criterios estratégicos, técnicos y económicos que hagan viable el proyecto en el tiempo.


Y una lección más: la unión hace la fuerza. La primera etapa no obtuvo los resultados esperados porque no se consiguió que los productores se asociasen para reducir costos y aumentar la producción. Esta vez tiene que ser diferente.

Escolares en campaña

Este año Emilia finaliza el colegio, quiere aprovechar las vacaciones para ganar algo de dinero y poder pagar una academia preuniversitaria. Junto a su amiga Sheyla comienza a recorrer las librerías que se ubican en los alrededores del Mercado San Camilo, buscando empleo. Las dos jóvenes, de 17 años, ya han trabajado en el mostrador de una librería en anteriores campañas escolares. Los primeros intentos no llegan con mucha suerte, pues las tiendas ya tienen todo el personal que requieren.  Pero eso no será lo más desafortunado.

En la tercera librería a la que llegan las amigas, el propietario acepta sólo a Sheyla, pero no por falta de vacantes; sino porque considera que Emilia “es muy morenita y está muy gordita”. “Los chicos vienen para la ver a la chicas y compran. Tienen que ser bonitas, pues”, explica el cincuentón con todo desparpajo. La esposa de éste abona un comentario que derrumba a Emilia: “tienes que arreglarte, maquillarte… así pareces una vieja”. Ante semejante mezcla de estereotipos, la joven se marcha humillada sin entender el enrevesado paisaje de prejuicios que acaba de presenciar; mientras que Sheyla termina bajo las órdenes de un sujeto que la considera un “anzuelo” que trabajará más de 60 hora semanales por menos del sueldo mínimo.


“Así son las cosas, señora”, replica la dueña de la librería cuando Emilia regresa con su tía a reclamar por el maltrato; y su rostro impávido denota que para ella nada malo ha sucedido. Pero sí ha sucedido: racismo, sexismo y discriminación por apariencia física, todo aquello que la ley condena, pero que la sociedad contempla como una regla dada e inamovible. Son cosas que parecen empeorar al ritmo del crecimiento económico.

Haya o no haya

“Si eres patriota, ¡marcha!”, increpa una señora a un joven que camina a su lado, en medio de un grupo de personas que se reunieron este lunes en la plaza de armas de Arequipa, para escuchar el fallo de la Corte de la Haya, sobre el diferendo marítimo entre Chile y Perú. Y es que, si algo positivo tuvo este momento histórico –al margen de los balances jurídicos y económicos -, es que se expusieron sentimientos patrios, para variar, fuera del contexto de un partido de fútbol.

Claro está que no es marchando como se demuestra amor por la Patria y, ya que hablamos del fallo de la Corte de la Haya, la recuperación de 50 mil kilómetros cuadrados de espacio marino, tampoco lo es; aunque se trate de un logro muy importante.

Y sirva la ocasión para hablar del amor a la Patria, ahora que todos dejaron su programación habitual de televisión basura para prestar atención a un tema limítrofe, poco claro para muchos. Ese sentimiento de “hacer respetar lo nuestro” debería estar vigente no sólo frente a manos extranjeras; si no, y con más frecuencia, frente a nosotros mismos. En nuestras playas, por ejemplo, tan cercanas a ese mar que ahora celebramos;  convertidas en muladares por peruanos que ejercen equivocadamente  el derecho de propiedad colectiva que tienen sobre ellas.


Llegar a la playa cargados de alimentos y bebidas, para luego dejar los desechos en la arena es una práctica habitual que atenta contra algo que es nuestro. Algo que deberíamos combatir como una pequeña, pero importante, muestra de respeto por nuestro país. 

SIN MEDIDA

Es curioso que en Lima se refieran al resto del país como “provincias”. El centralismo está tan enraizado que éste término apenas si nos llama la atención. Esta exclusión de las “provincias” se aprecia, por ejemplo, en la televisión: Sólo en Lima se mide el “rating”.

Dentro de la globalización, se cree que la televisión regional es la alternativa, es decir una televisión con productos dirigidos al público de cada zona. Pero tenemos muy poca certeza sobre el consumo televisivo local. Hace un tiempo, cuando trabajaba en un canal de televisión supe que en la medición del “rating” los programas locales se disputaban un porción muy pequeña de las preferencias. En otras palabras, los arequipeños no sintonizaban mucho los contenidos locales. 

Uno de los factores que contribuyen a esta situación es que no existen estudios completos sobre las preferencias de productos televisivos locales, lo cual ayudaría en mucho para que éstos mejoren su calidad y contenidos; y puedan, así, subir su audiencia. Pero esto es como un círculo vicioso, pues estos estudios no existen precisamente a causa del centralismo.

Lo mismo sucede con las encuestas. En nuestro medio no existe ninguna encuestadora seria que tome un pulso real a las autoridades locales. Sólo tenemos viscerales programas radiales que, supuestamente, recogen la opinión telefónica de los vecinos; pero sin ningún criterio estadístico. Lo que es peor, se toman estas llamadas como fuente para realizar supuestos estudios de medición de la opinión, sin ningún valor técnico. Lo más grave sucede en tiempo de elecciones, pues aparecen encuestas que colocan nombres de candidatos con altos porcentajes de preferencia que no tienen, movidos por intereses que se juegan bajo la mesa. Debemos estar prevenidos.


El buen vecino

Estamos a diez meses de elegir nuevas autoridades para nuestros distritos, provincias y regiones. El tiempo es muy limitado como para esperar un cambio en el manejo político de las elecciones, sólo nos queda ver cómo aparecen los oportunistas y los viejos políticos conocidos por sus malas mañas. Sobre agrupaciones comprometidas y propuestas serias sólo nos queda soñar. Y, lamentablemente, terminaremos escogiendo  “el mal menor”, como siempre, con la ilusa esperanza de que no sean tan malos.
Suena desolador, pero es realista. Lo ideal sería tener ya una lista de candidatos, para comenzar a depurar las malas opciones. Pero, en este juego de la política, muchos prefieren “guardarse” hasta el final y evitar el “desgaste”. Lo ideal sería que los ciudadanos tuviéramos una vida política activa y permanente, y que los procesos electorales sean sólo el momento decisivo; no el único momento en el que pensamos en el gobierno de nuestras localidades. Pero no es así.

Quizás podría pensarse en un cambio, para más adelante. Por ahora, nos queda buscar al buen vecino. Ese que siempre haya demostrado interés por su localidad, no sólo en las elecciones. Hay que tener en cuenta que un alcalde tiene que ser, principalmente, un buen administrador; que tendrá en sus manos los recursos económicos para mejorar la ciudad. A partir de ese concepto tendremos que elegir la mejor opción. Alguien con honestidad y trabajo conocidos; y no porque lo digan sus pancartas. Alguien que no esté embargando una futura gestión con una costosa campaña, auspiciada con capitales que luego le pedirán que devuelva el favor. Sí, hay que buscar con lupa; y con mucha buena suerte.


Millones dormidos

¿Qué podríamos haber hecho por Arequipa con 380 millones de soles? Pues esa es la suma que estuvo en las manos de nuestros alcaldes el año pasado y que no se utilizó, según ha informado el congresista Juan Carlos Eguren. El parlamentario también ha precisado que los municipios de la provincia de Arequipa ejecutaron, en promedio, el 55,3% de sus presupuestos; es decir, poco más de la mitad. Nuevamente: el dinero está ahí, pero no se sabe utilizarlo.

En el resto de municipios del país lo han hecho mejor, el promedio nacional es de 69,1% en ejecución de presupuestos. En su defensa, nuestros alcaldes siempre repiten que el problema es que reciben las partidas presupuestales entre junio y julio. Pero, aún siendo un escollo que se presenta todos los años, hasta ahora no han encontrado la manera de superarlo. “Deberían tener todo listo (proyectos, estudios) para cuando llega el dinero”, ha sugerido Eguren.

Sin embargo, que no nos sorprenda que este año la ejecución de presupuestos sea mayor; y no por una cuestión técnica; si no, por una política: las elecciones municipales y regionales que se realizarán en octubre. Es cierto que la motivación es secundaria, si los resultados son buenos. No obstante, no debemos perder de vista este detalle, pues con la prisa pueden estar ejecutándose malas obras o lavando la cara (con nuestros impuestos) a algunos alcaldes que no supieron hacer bien su trabajo los últimos tres años.

Recordemos que las autoridades distritales y provinciales son las más cercanas a nosotros; y esta cercanía debe servirnos para ejercer mejor nuestros derechos ciudadanos.

Un año electoral

En este 2014 nos espera lo más crudo de la política: una campaña electoral. Los ciudadanos tienen que estar prevenidos porque se trata de una voraz competencia que no conoce de límites, y no estoy exagerando. El objetivo de los competidores-candidatos no es nuestro voto; es el poder. Nuestros votos son sólo aquello que necesitan para alcanzar su objetivo. De ahí nace ese menosprecio intrínseco hacia los electores, el mismo que provoca que se utilicen prebendas y mentiras para convencerlos por algún candidato; en lugar de argumentos claros, propuestas sólidas y compromisos serios.

Los candidatos manipulan lo más básico de los votantes: sus necesidades; así como lo más primario: sus complejos y prejuicios. Así está escrito en los manuales, así se ha venido ganando campañas en el Perú y el mundo; pero eso no quiere decir que no podamos esperar que se produzca una excepción. En el último proceso de revocatoria, en Lima, cerca de un 30% de electores emitió un voto cruzado, algo que los especialistas no esperaban ni remotamente. Teniendo una cédula larga y compleja, se preveía un voto “por inercia”; pero no fue así, muchos votantes se tomaron el tiempo de hacer un marcado selectivo. Una pequeña señal de que un voto consciente podría estar en camino.

Ese voto consciente tiene que estar informado, no se dejará convencer por promesas grandilocuentes ni por calumnias lanzadas a la ligera; no dejará que un regalo lo convenza, ni se dejará llevar por el decir ajeno, ni por otra cosa que no sea su propia consciencia; no elegirá jamás a quien ya demostró falta de honestidad y, sobre todo, pensará en el bien colectivo antes que en los beneficios personales. ¿Es mucho pedir?


Pantalones cortos

En los 13 años que lleva este nuevo milenio, Arequipa ha crecido más que en todo el siglo pasado. Y en este año que termina nos ha caído la factura. Arequipa es una gran ciudad, pero la urbe nos ha quedado chica, tanto así que las grandes obras viales resultan insuficientes el mismo día de su inauguración. Similar a lo que sucede cuando compramos pantalones a un niño, que terminan quedándole cortos a las pocas semanas de uso. Eso se llama: falta de previsión. 

Las obras se vienen planificando para el momento, para la foto, para la campaña del año; sin mirar al futuro. Y no hay que mirar muy lejos para entender que no hay puente, ni viaducto, ni autopista que vayan a quedar grandes en esta ciudad que crece exponencialmente. Eso sin contar lo que NO se planifica, como parques zonales o áreas de protección.

Además del crecimiento demográfico, el crecimiento económico también nos ha cogido desprevenidos. Los gobiernos locales no saben aún cómo utilizar sus presupuestos adecuadamente. Hasta hace unos 15 años, el dilema era la falta de recursos, hoy en día el problema es que no se da buen uso al dinero disponible. Y este año nos ha dejado el sinsabor de obras que se ejecutaron tardíamente, con demora y con descuido; aun contando con un buen presupuesto.

Este 2013, que termina, nos ha dejado una ciudad más caótica y más insegura. Pero así como los problemas subsisten y crecen, también aparecen oportunidades y no hay que desaprovecharlas. El próximo año será de decisiones importantes y nos toca elegir un traje a la medida de esta gran ciudad, de sus valores y sus potencialidades.


Accidentes en combi

¡Oiga, no corra así, está llevando pasajeros, no ganado!, reclama una señora en la combi que corre veloz, realizando maniobras temerarias. “Si no le gusta, tome taxi”, responde el cobrador, mientras el conductor ni se inmuta y continúa en su ciega carrera. El resto de pasajeros calla, sólo un joven murmura con su compañero algo que parece una burla en contra de la mujer. Unas cuadras más allá, el vehículo ha adelantado grandemente a su competidor –otra combi- y comienza a desplazarse muy lentamente. Aunque impacientes, todos los ocupantes de la combi en cuestión llegan a su destino, sanos y salvos. Y así sucede infinidad de veces, hasta que un día, el bólido se pasa un semáforo en rojo, es embestido por otro y tres personas pierden la vida; como sucedió la mañana del último lunes en el distrito de Miraflores.

“Las autoridades tienen la culpa”, repiten las críticas sin cesar. Y, claro, porque resulta que la combi temeraria era “pirata”, porque las autoridades no cumplen su trabajo de hacer respetar las leyes.  Y es justo demandar que las autoridades realicen la labor por la cual cobran un sueldo mensual que todos pagamos con nuestros impuestos. Innegable.


No obstante, las autoridades y su incapacidad no son los únicos responsables, el mal proceder de algunos transportistas también lo es, además de nuestra indiferencia y nuestra inacción. Los pasajeros de la combi siniestrada declaran que el chofer conducía a alta velocidad, pero nadie se lo impidió. En casos como éste, el usuario-ciudadano es el más próximo a asumir una actitud responsable y exigir un viaje seguro, porque, ya sabemos, las autoridades actuarán tarde, mal o nunca.

Un discurso vetado

Somos un millón de personas que habitamos esta ciudad designada, hace 13 años, Patrimonio Cultural de la Humanidad; y, aunque lo celebramos, no hemos entendido que ese privilegio implica una gran responsabilidad. Implica, en palabras del historiador Jorge Bedregal La Vera, “que esa ciudad diversa y dinámica, ya no nos pertenece únicamente a nosotros, los radicados o nacidos aquí, sino que ahora pasa a formar parte del gran tesoro cultural humano que hay que cuidar, acrecentar, defender y mostrar, además de estudiar y entender”.

Estas palabras forman parte de un discurso que Bedregal preparó para un evento público, precisamente por el XIII aniversario de la declaratoria de Patrimonio. Y resulta que fue vetado por el propio alcalde provincial, Alfredo Zegarra, quien se negó a estar presente en la ceremonia si el discurso se pronunciaba.
“Por desgracia, modernidades mal entendidas y febles ideas de un progreso poco racional, han sido los principales enemigos del patrimonio”, es otra parte del discurso vetado. Y al margen de las soberbias que se niegan a escuchar críticas es importante que el resto de la ciudadanía lo sepa: como arequipeños de nacimiento o elección estamos obligados a proteger el patrimonio de la ciudad.


Esa es una tarea que tiene intermediarios para la toma de grandes decisiones: las autoridades que determinan el rumbo del desarrollo urbano. Y desde esa perspectiva, nos corresponde reclamar a los próximos aspirantes al sillón municipal que no se vuelva a ignorar la riqueza histórica y los valores arquitectónicos de la ciudad en la construcción de futuras obras; y que se compense a la ciudad por la pérdida de campiña con la creación de parques zonales, como mínimo.

Aguacero automotor

Cada mes se registran 2 mil 200 vehículos nuevos en Arequipa, según la SUNARP (Superintendencia Nacional de Registros Públicos), esto quiere decir que cada día circulan un promedio de 73 vehículos más en la ciudad… y contando. Ocho años atrás, el crecimiento era de 500 vehículos nuevos por mes. Y mientras el parque automotor crece exponencialmente y, con ello, el caótico transporte en la ciudad; la velocidad de reacción de nuestras autoridades marcha a paso de tortuga.

Los ciudadanos tuvimos que sufrir un año y medio de congestionamiento vehicular ocasionado por la construcción de infraestructura vial para un proyecto que, ahora resulta, es insuficiente para la ciudad. Ha comenzado a discutirse la instalación de un monorriel, y si esta propuesta corre la misma suerte que el Puente Chilina, por ejemplo, pasarán varios años para que sea realidad, si es que llega a realizarse. Y mientras tanto, más vehículos se irán sumando a las calles de Arequipa.

Un domingo por la mañana, toma diez minutos llegar al centro de la ciudad desde Cerro Colorado en auto; en días de semana, el trayecto toma el doble de tiempo o más. Esta historia se repite en todas las rutas y convierte el transporte urbano en un martirio.


Hasta que un verdadero proyecto integral comience a funcionar es urgente que se implementen medidas inmediatas, efectivas y drásticas: paraderos oficiales, restricción de circulación para vehículos pesados, cámaras de vigilancia en zonas rígidas, semáforos operativos y debidamente cronometrados en intersecciones de mayor congestionamiento, entre otras alternativas que los técnicos encargados deberían saber muy bien.

Acoso callejero


Un hombre baja de un camión cargado de combustible en un restaurante de carretera, en los Estados Unidos. En la zona de parqueo se acerca a dos mujeres que viajan solas y les dirige gestos sexuales obscenos. Ellas ya se habían topado con el individuo varias veces durante su viaje y soportado calladas su falta de respeto; pero esta vez, una de las mujeres coge un arma y dispara contra el camión que estalla en llamas. La escena pertenece a la galardonada película “Thelma and Luoise”, pero se asemeja bastante a lo que pasa en la mente de muchas mujeres cuando tenemos que soportar el acoso callejero.

Como mujer, no entiendo el placer que encuentran algunos hombres en proferir frases y gestos obscenos cuando ven pasar a una mujer que llama su atención. Como mujer, he querido muchas veces tener la fuerza suficiente para dejar al sujeto, al menos, tendido en el suelo con un dolor que lo deje sin ganas de hacer lo mismo por el resto de su vida. Como mujer, no puedo más que hacerme la loca y tragarme la indignación; peor aún, cuando el individuo se toma la libertad de tocarme. Impotencia.

Desde hace varios meses, un colectivo limeño viene desarrollando una campaña en contra del acoso callejero; y ha sacado a luz posiciones tan descabelladas como la de responsabilizar a las mujeres por “provocar” este tipo de conductas “por usar ropa llamativa”. Este machismo es alarmante, pues un razonamiento así, es el que termina responsabilizando a las mujeres de las violaciones sexuales de las que son víctimas.

No, señores, entérense: muchas se visten así en ejercicio de un simple derecho: la libertad. Para no pecar de ingenua, debo admitir que sí, muchas de ellas gustan de llamar la atención masculina con atuendos provocadores; pero son sólo algunas y grave error comenten los varones en pensar que esa coquetería les da licencia para ser obscenos.

Es cierto que la libertad en el vestir toma sus riesgos cuando se elige, por ejemplo, un mercado o un paradero para andar vestida como Shirley Arica, lo que equivale a caminar enjoyada por la calle 2 de Mayo; pero esto no justifica la falta de respeto. Una justificación de este tipo, pone al hombre en la condición de un delincuente que, simplemente, comete un atraco porque la víctima anda descuidada.


Es penoso tener que precisar que la mujer merece respeto –vista como se vista- y que el acoso callejero es una agresión, eso debería estar claro. Pero, como por lo visto, no está tan claro, hay que comenzar a enseñarlo, en los colegios y en los hogares. Puede parecer un tema superfluo, pero podría ser el comienzo de una convivencia sana, en donde la mujer deje de ser vista –y de verse-, como un objeto.

Nuestros muertos

Murieron 70 mil peruanos, entre las décadas del 80 y 90, en medio de una demencial lucha llamada terrorismo. El 70 por ciento era quecha-hablante. Se dice que al Estado no le importaron las muertes mientras sucedían en la sierra, que sólo el atentado en la calle Tarata de Miraflores, en Lima, motivó el interés por acabar con el terrorismo. Se sigue haciendo mezquinos balances sobre quién “mató menos” o quién murió porque “era necesario”. Delirante debate que sigue dejando de lado la atrocidad de esas 70 mil muertes.

El tema nos sigue dividiendo, sigue alimentando odios, sigue siendo un arma política y eso debería espantarnos. El Perú ya pagó ese periodo de violencia, con 70 mil muertos, y debemos asegurarnos que se cerró la cuenta. Para eso, los muertos tienen que dolernos y parece que no es así. Y no es así porque estamos perdiendo la memoria de lo ocurrido. Como muestra de ello, una comisión de trabajo del Congreso de la República, designa a Martha Chávez como coordinadora de Derechos Humanos. Y no es broma. La señora defendió al grupo Colina, sugirió que una víctima de este grupo paramilitar se había “autotorturado” y sigue justificando las matanzas en Barrios Altos y La Cantuta. Ella pertenece a ese sector de la población que considera que hubo “muertos necesarios”. Y, aunque ella pudiera estar muy en su derecho de pensar así; es imperdonable que en el Congreso se le entregue la misión de evaluar los derechos humanos en el país.
Martha Chávez no es el problema, sino la postura extremista que ella representa y que, tanto como el terrorismo, no debe tener espacio en la vida política del país.  

En la Alemania postnazi, la población alemana, sobre todo los jóvenes, se negaban a denominarse "patriotas" por la vergüenza histórica que provocó el fascismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo un proceso de educación y divulgación de los delitos cometidos por los nazis. El propósito era impedir que la historia se repita.

En nuestro país, el horror de la violencia sólo ha dejado un saldo de muerte y nada de vergüenza histórica. El atroz “pensamiento Gonzalo” sigue teniendo adeptos y los que “mataron menos” pretende desaparecer del recuerdo esa parte de vergüenza que les corresponde. Parece que nos sintiéramos inmunes, seguros de que la historia no va a repetirse, providencialmente. Y seguimos pisoteando la memoria de nuestros muertos, extasiados en esa “bonanza económica” que no todos disfrutan.

“Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, sentenció el sabio latino Marco Tulio Cicerón. Y debería aterrarnos que esa historia de muerte, que sufrimos los peruanos, se repita. No importa si somos rojos, anaranjados, verdes o amarillos, la violencia debe ser condenada venga de donde venga. Y la memoria debe ayudarnos a construir una sociedad diferente a aquella que nos hundió en el horror.