¡Oiga, no corra así, está llevando pasajeros, no ganado!,
reclama una señora en la combi que corre veloz, realizando maniobras
temerarias. “Si no le gusta, tome taxi”, responde el cobrador, mientras el
conductor ni se inmuta y continúa en su ciega carrera. El resto de pasajeros
calla, sólo un joven murmura con su compañero algo que parece una burla en
contra de la mujer. Unas cuadras más allá, el vehículo ha adelantado
grandemente a su competidor –otra combi- y comienza a desplazarse muy
lentamente. Aunque impacientes, todos los ocupantes de la combi en cuestión
llegan a su destino, sanos y salvos. Y así sucede infinidad de veces, hasta que
un día, el bólido se pasa un semáforo en rojo, es embestido por otro y tres personas
pierden la vida; como sucedió la mañana del último lunes en el distrito de
Miraflores.
“Las autoridades tienen la culpa”, repiten las críticas sin
cesar. Y, claro, porque resulta que la combi temeraria era “pirata”, porque las
autoridades no cumplen su trabajo de hacer respetar las leyes. Y es justo demandar que las autoridades
realicen la labor por la cual cobran un sueldo mensual que todos pagamos con
nuestros impuestos. Innegable.
No obstante, las autoridades y su incapacidad no son los
únicos responsables, el mal proceder de algunos transportistas también lo es,
además de nuestra indiferencia y nuestra inacción. Los pasajeros de la combi
siniestrada declaran que el chofer conducía a alta velocidad, pero nadie se lo
impidió. En casos como éste, el usuario-ciudadano es el más próximo a asumir
una actitud responsable y exigir un viaje seguro, porque, ya sabemos, las
autoridades actuarán tarde, mal o nunca.
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