martes, 11 de marzo de 2014

Tanto Tambo

Conozco personas que rechazan la minería; otras que tratan de aprovechar la actividad minera, trabajando; otras que lo hacen, manipulando; y otras que se oponen a la minería hasta que, por azar, les toca disfrutar de sus beneficios. La relación de las personas con la minería es esquizoide. No he podido conocer a alguien que rechace la minería, aun cuando los beneficios de oponerse sean menores a los de ponerse a favor. Pero, claro, sería irresponsable pretender analizar una realidad en su conjunto a partir de mi experiencia personal y mi entorno inmediato. Y ese suele ser un error frecuente.

Hace una semana, de paseo por el valle de Tambo, tuve un par de charlas con agricultores del lugar. “Nadie quiere a la mina”, me aseguró uno de ellos, refiriéndose al proyecto Tía María que la empresa Southern pretende instalar en el lugar y que hace más de dos años terminó en una revuelta popular que dejó el saldo de tres personas muertas. “Nos tendrían que dar una indemnización de por vida”, añade tras preguntarle si no existe ninguna posibilidad de que acepten la operación minera.

“Los dirigentes no representan a todos los agricultores… la gente ya está aceptando la mina”, es la frase que esgrime otro agricultor. Dos testimonios opuestos sobre una misma realidad que escuché en el valle, al igual que las dos versiones que se escuchan en los medios. La verdad no es fácil de asir, sobre todo  cuando existen intereses económicos muy grandes de por medio.


Bien haría falta un intermediario técnico y apolítico que reconozca el verdadero sentir de la población directamente afectada y  que pueda proteger el valle sin enemistarlo con el progreso.

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