A pocos kilómetros de El Pedregal se ubica una especie de
ciudad fantasma. Se trata de una plaza principal con edificios adyacentes que
fueron construidos entre 1971 y 1973, como parte del proyecto Majes-Siguas I.
Se suponía que este sería el centro administrativo de la irrigación y se
incluyó, inclusive, un magnífico monumento al agua, con fuentes y canales por
donde nunca llegó a discurrir una sola gota de agua; así como, la plaza y los
edificios construidos jamás fueron utilizados. Y es que, en la praxis, fue El
Pedregal el lugar que se fue convirtiendo en el centro administrativo y
económico de Majes.
Esta ciudad fantasma, que aún subsiste en el desierto, se
mantiene casi como un ejemplo de lo que puede provocar el exceso de entusiasmo
demagógico y la falta de una planificación realista.
Desde el inicio de los estudios para irrigar las pampas de
Majes hasta la finalización de la construcción de la primera etapa de este
proyecto transcurrieron más de 60 años. Desde entonces, han pasado 30 años más.
Entenderán que el entusiasmo no me invade, luego que el pasado jueves se
colocara la primera piedra de la segunda etapa; pero tampoco hay que ser
pesimista. Podríamos dejar que los
errores de la primera etapa nos sirvan de experiencia: que el entusiasmo, la
demagogia y los intereses particulares no cierren el paso a los criterios
estratégicos, técnicos y económicos que hagan viable el proyecto en el tiempo.
Y una lección más: la unión hace la fuerza. La primera etapa
no obtuvo los resultados esperados porque no se consiguió que los productores
se asociasen para reducir costos y aumentar la producción. Esta vez tiene que
ser diferente.
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