Estamos a diez meses de elegir nuevas autoridades para
nuestros distritos, provincias y regiones. El tiempo es muy limitado como para
esperar un cambio en el manejo político de las elecciones, sólo nos queda ver
cómo aparecen los oportunistas y los viejos políticos conocidos por sus malas
mañas. Sobre agrupaciones comprometidas y propuestas serias sólo nos queda
soñar. Y, lamentablemente, terminaremos escogiendo “el mal menor”, como siempre, con la ilusa
esperanza de que no sean tan malos.
Suena desolador, pero es realista. Lo ideal sería tener ya
una lista de candidatos, para comenzar a depurar las malas opciones. Pero, en
este juego de la política, muchos prefieren “guardarse” hasta el final y evitar
el “desgaste”. Lo ideal sería que los ciudadanos tuviéramos una vida política
activa y permanente, y que los procesos electorales sean sólo el momento
decisivo; no el único momento en el que pensamos en el gobierno de nuestras
localidades. Pero no es así.
Quizás podría pensarse en un cambio, para más adelante. Por
ahora, nos queda buscar al buen vecino. Ese que siempre haya demostrado interés
por su localidad, no sólo en las elecciones. Hay que tener en cuenta que un
alcalde tiene que ser, principalmente, un buen administrador; que tendrá en sus
manos los recursos económicos para mejorar la ciudad. A partir de ese concepto
tendremos que elegir la mejor opción. Alguien con honestidad y trabajo
conocidos; y no porque lo digan sus pancartas. Alguien que no esté embargando
una futura gestión con una costosa campaña, auspiciada con capitales que luego le
pedirán que devuelva el favor. Sí, hay que buscar con lupa; y con mucha buena
suerte.
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