En este 2014 nos espera lo más crudo de la política: una
campaña electoral. Los ciudadanos tienen que estar prevenidos porque se trata
de una voraz competencia que no conoce de límites, y no estoy exagerando. El
objetivo de los competidores-candidatos no es nuestro voto; es el poder. Nuestros
votos son sólo aquello que necesitan para alcanzar su objetivo. De ahí nace ese
menosprecio intrínseco hacia los electores, el mismo que provoca que se
utilicen prebendas y mentiras para convencerlos por algún candidato; en lugar
de argumentos claros, propuestas sólidas y compromisos serios.
Los candidatos manipulan lo más básico de los votantes: sus
necesidades; así como lo más primario: sus complejos y prejuicios. Así está
escrito en los manuales, así se ha venido ganando campañas en el Perú y el
mundo; pero eso no quiere decir que no podamos esperar que se produzca una
excepción. En el último proceso de revocatoria, en Lima, cerca de un 30% de
electores emitió un voto cruzado, algo que los especialistas no esperaban ni
remotamente. Teniendo una cédula larga y compleja, se preveía un voto “por
inercia”; pero no fue así, muchos votantes se tomaron el tiempo de hacer un
marcado selectivo. Una pequeña señal de que un voto consciente podría estar en
camino.
Ese voto consciente tiene que estar informado, no se dejará
convencer por promesas grandilocuentes ni por calumnias lanzadas a la ligera; no
dejará que un regalo lo convenza, ni se dejará llevar por el decir ajeno, ni
por otra cosa que no sea su propia consciencia; no elegirá jamás a quien ya
demostró falta de honestidad y, sobre todo, pensará en el bien colectivo antes
que en los beneficios personales. ¿Es mucho pedir?
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