“Antes las mujeres cocinaban como sus madres, ahora beben
como sus padres”. Leo esta frase con cierta regularidad en las redes sociales
de internet y me parece que puede servir como un práctico ejercicio de medición
del machismo personal, es decir: un “machismómetro”.
Instrucciones: Lea la frase y conteste las siguientes
preguntas: ¿Le hizo reír, molestarse o reflexionar? Si le hizo reír, tranquilo,
no diremos que es usted un machista troglodita. Aún. La frase es ingeniosa, tiene
sentido y encaja con gracia en nuestros esquemas mentales, esos que exaltan en
la mujer su rol pasivo, de la casa, la ternura, lo maternal y reprochan que
esté en la calle pretendiendo hacer lo que hace un varón. Y es que la frase asesta
contra una mal entendida igualdad y, por eso, vamos a tratar de explicar el
asunto: hombres y mujeres son distintos fisiológica y culturalmente, pero deben
ser iguales en el ejercicio de sus deberes y derechos ciudadanos; y en la
libertad y condiciones para alcanzar sus aspiraciones. Esta idea es extensa y
difícil, sí, de allí los continuos malos
entendidos.
Pero volvamos al “machismómetro”: ¿le parece mal que una
mujer beba licor como varón?, ¿juzga usted en la misma medida que el varón tome
como varón? Si respondió usted que sí en ambas preguntas, es usted una persona
que posee un juicio en sano equilibrio o de las que pretende quedar bien ante
sí mismas con respuestas correctamente políticas. Como fuera, esa es la
respuesta con perspectiva de género, como dicen en las ONG. Sí, es criticable
que la mujer beba licor como varón, pero es peor aún que lo que hacen los
varones marque la línea de lo incorrecto. ¿No creen?
Última pregunta: ¿le parece que las mujeres deberían cocinar
como sus madres?, ¿cree que los varones deberían hacerlo? Si contesto que sí a
la primera pregunta, y que no, a la segunda, entonces ya podemos decirle
machista. Y es que esa es la manera práctica de detectar una conducta o
pensamiento machista: cuando se juzga o demanda de la mujer algo que no se
haría del varón, y viceversa.
Otra frase en internet decía: “una mujer puede ser una dama,
es su decisión; pero un varón tiene que ser un caballero, es su obligación”.
Pues, este tipo de frases son las que alimentan las desigualdades y la
discriminación más peligrosamente aún, porque vienen disfrazadas de una supuesta
ventaja para la mujer.
En nuestra sociedad, aún machista, existen muchas
circunstancias en las que es necesario exigir ventajas para la mujer –como la
Ley de Cuotas-, porque el objetivo es procurar mejores condiciones para su
desarrollo personal y ciudadano. Eso no implica que no puedan ser ellas las que
cedan el asiento en la combi a un anciano o compartan la cuenta de un
restaurante con un amigo. El resultado tendrá que ser siempre la equidad, de
eso se trata.