Leonor era pobre antes de tener su primer hijo. ¿Por qué,
entonces, tuvo dos más? Muchos culpan al Estado y al “sistema”, pero existe una
responsabilidad individual que está pasando de soslayo. ¿Acaso Leonor no puede
percibir que empeora su situación y la de sus hijos, cada vez que se embaraza?
Marleny es una joven que trabaja en un programa de apoyo
social. Ella ve llegar mujeres, con cuatro o más hijos en fila india, a recoger
alimentos; pocas trabajan y muchas tienen maridos que gastan en licor lo poco
que ganan. La historia es común y subsiste, irónicamente, con ayuda del
gobierno. Marleny quisiera poner como condición para entregar la ayuda, que las
mujeres dejen de tener hijos; pero es al revés, a más hijos, la ayuda que
reciben es mayor.
Algunos pensadores de izquierda afirman que existe un
sistema económico voraz al que fríamente le conviene la “mano de obra barata”,
que tiene su cantera en la pobreza. Pues es el mismo sistema que termina auspiciando
la procreación irresponsable de hijos, al distribuir ayuda económica con
ineficiencia. El Estado peruano gasta actualmente más de 2800 millones de soles
anuales en estos programas. No se puede negar ayuda a la población pobre, eso
es innegable; pero es grave que se termine alentando la inconciencia de tener
hijos por descuido.
Muchos discursos políticos siembran, en la población
empobrecida, la idea de que su condición es culpa del gobierno, solamente, y
que sólo el gobierno puede remediarla. Y si por un lado, no se puede negar el
rol protagónico del Estado en la generación de mejores condiciones de vida, de
igual manera se debe insistir en la responsabilidad que cada uno tiene sobre su
propia situación.
Quizás en el campo la circunstancias no sean las mismas,
pero en la ciudad sí se tiene a la mano esta receta casera para reducir la
pobreza: no tener hijos que no se puedan mantener. En los hospitales públicos
se distribuyen dispositivos anticonceptivos gratuitamente. Hay que usarlos y
hay que practicar y fomentar una paternidad responsable. Todas las personas
tenemos el juicio suficiente para elegir cuántos hijos tener. La pobreza no nos
priva del buen juicio. (may.2013)

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