miércoles, 8 de mayo de 2013

"Impasse" de mercado


Ponernos en permanente posición de víctimas no ayuda en mucho a las mujeres en su constante pedido de igualdades ciudadanas. Y esta vez, convirtió una pelea de mercado en un impasse internacional. Precisemos: bajo ninguna circunstancia se justifica la violencia, en una sociedad que pretende ser civilizada. Pero no se la justifica ni en hombres ni en mujeres, eso es parte de la igualdad que se espera.

Las agresiones verbales y físicas entre dos conciudadanas y el embajador de Ecuador, Rodrigo Riofrío, días atrás, fueron utilizadas por algunos políticos y medios de comunicación para lucirse como defensores de los derechos de la mujer, victimizándolas. Según la RAE, víctima es aquella persona que padece daño por culpa ajena. ¿Puede eximirse de culpa a alguien que inicia una disputa? 

Como ya es sabido, pronunciamientos y protestas callejeras de por medio, la presión pública precipitó la respuesta del Canciller, Rafael Roncagiolo, quien emitió un comunicado público pidiendo al Ecuador el retiro de su representante en nuestro país. A decir de los entendidos, esos  asuntos se ventilan en privado, diplomacia, como la llaman.

Diplomacia que además estuvo en las antípodas de la conducta de Riofrío frente a un pleito de mercado, lo cual dejó muy en claro que, como diplomático, había fracasado. Y como persona, también. No es cuestión de género ni de investidura. El atropello y la violencia son repudiables, vengan de donde vengan. ¿Qué deberíamos opinar, entonces, sobre la conducta de las mujeres que se liaron a golpes en el supermercado?  El mayor obstáculo de análisis en estos casos es que siempre existirá más de una versión y más de una perspectiva.

En un barrio cualquiera de nuestra ciudad, Enriqueta propinó un rotundo puñetazo a su hermano que llegó borracho a casa y le faltó el respeto a su madre; él respondió en igual medida y dejó a la mujer inconsciente en el piso. Viéndose en desventaja física, ella reacciona lanzando botellas sobre el hombre. Ambos terminan seriamente heridos. ¿Quién es la víctima? Ahí es donde comienza a desmenuzarse el juicio, y se culpa al que agredió primero o al que pegó más fuerte; pero no siempre es el mismo culpable. Aún en casos de legítima defensa existen muchas consideraciones de por medio antes de justificar una respuesta violenta.  La sentencia no será unánime.

Cuando la línea de nuestra moral es muy sinuosa, es casi imposible saber cuándo se la ha rebasado. Así, muchos condenan que un hombre reaccione con violencia, pero terminan justificando que una mujer lo haga; se critica al policía corrupto, pero se pagan coimas; se repudia el caos vehicular, pero no se respetan las normas de tránsito; se reniega de la sociedad, pero no se comienza a mejorar como personas.

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