miércoles, 26 de octubre de 2011

A propósito de "Bolero de noche"


En el cine peruano de los ochentas, lo mejor que se podía encontrar -cuando se podía encontrar algo bueno- era la temática, incluso a veces más que la propia historia. Por ejemplo en "Gregorio".

Han pasado los años y - a juzgar por las más recientes producciones - lo mejor ha pasado a ser lo técnico: la calidad del filme, la luz, el sonido, la fotografía.

Las historias parecen querer ajustarse a las demandas del mercado masivo -obnubilado con Hollywood- sin dejar de lado el tradicional lenguaje cinematográfico latinoamericano. Es decir, entre lo comercial-vendible y lo artístico. Este devaneo, al parecer, no ha terminado de cuajar en la platea nacional, que acude a cuenta gotas a las salas que exhiben algún estreno peruano.

En el caso de "Bolero de Noche", la calidad técnica es lo menos cuestionable. A excepción de algunas escenas que reclamaban a gritos unos encuadres de cámara o edición que les den más dramatismo; y además, claro está, del hecho de que lo técnico siempre puede ser mejor.

La temática es simple y la historia, previsible; pero no por eso, la película deja de ser entretenida. Lo que no convence son las actuaciones estelares. A los claros ojos de Giovanni Ciccia les falta expresión en muchos de los momentos más dramáticos; mientras que a la actuación de Vanessa Terkes le falta convicción. Además, juntos no transmiten mucha química, lo cual es serio tratándose de una historia de amor.

El propio Leonardo Torres -uno de los mejores actores de la escena nacional- aparece en exceso estereotipado. Lo mismo sucede con Teddy Guzmán, pero en ella eso ya es un registro de marca.

Estos aspectos, sin embargo, no desmerecen la película ni la hacen menos valiosa para quienes -con ansias - esperamos algo de cine peruano.