martes, 4 de diciembre de 2012

Artescénica y el Zoológico de cristal



Las últimas semanas el grupo de teatro Artescénica de Arequipa ofreció el “Zoológico de cristal” de T. Williams y sobre la puesta en escena escribí una carta a su director que a continuación reproduzco:

Estimado Andrés:

Comienzo por felicitarte por la puesta en escena de “Zoológico de Cristal”, es un magnífico aporte del teatro poner al alcance del público una obra tan sensible y genial; y es también un desafío para los teatristas trabajar con un guión tan complejo y personajes con tantos matices psicológico. A veces pudiera pensarse que un guión bueno garantiza una buena función de teatro, pero hay experiencias –actualmente en tablas- que demuestran que no es así. Y claro que NO me refiero al trabajo de Artescénica. Ustedes han sabido darle buena vida al guión y han logrado una adaptación correcta y necesaria para acercar la historia y los personajes al público. 

Me gustaría destacar la interpretación de los roles de Laura y Jaime. Ellos manejan la naturalidad que caracteriza al teatro moderno como concepto, que además se ajusta a cuestiones más pedestres como son las características del recinto teatral. Las marcadas inflexiones de voz y exageraciones gestuales pertenecen a los recintos de más de diez filas de butacas para que nadie en la audiencia se quede sin oír o se quede sin mirar. En recintos íntimos como el de Artescénica, éstas técnicas no sólo son innecesarias, sino hasta inadecuadas, pues pueden rompen la sensación de “realidad”. Sin embargo, en la puesta en escena que diriges, si bien tiene algunos momentos de este estilo “clásico”, la experiencia de los actores logra mantener el público en esa sensación de “realidad” y lo atrapa en la historia, lo cautiva.

En cuanto a la dirección de escena sólo quiero aportar mi modesta observación sobre dos movimientos escénicos en la obra, no porque sean llamativamente incorrectos, sino por un mero afán de pulir detalles. El primero es un movimiento menor, corresponde a la primera escena, cuando la madre de Laura se ve forzada a mirar hacia atrás, por encima de la mesa, para dirigirse a sus hijos. La disposición de la escena podría replantearse para no restarle fuerza a la interpretación de la madre en ese momento.  El segundo es un movimiento mayor, el clímax: el beso. Que se desarrolle en el primer plano izquierdo es estéticamente bello y teatralmente correcto. Sin embargo, teniendo en cuenta que las butacas del recinto distribuyen al público a lo ancho del escenario, el desplazamiento de esta escena NO ofrece un buen punto visual para los dos tercios de la audiencia. Espero poder ser clara: quiero decir que la mayoría de la audiencia no tiene un buen ángulo del beso. Un ángulo en el que se perciba la intención actoral de los artistas. Bueno, es sólo una sugerencia detallista, pues considero que ustedes hacen un gran trabajo teatral, el mejor de la ciudad.

Te envío este mensaje en privado pues no es mi intención que se entienda que se trata de una crítica, ni mucho menos, es una apreciación personal, que puedes hacer pública –en todo o en parte- si lo consideras necesario.  Me despido, con un afectuoso saludo.

Paola    

Reparto:

La madre, Martha Rebaza
Laura, Claudia Campos
El hermano: Adrián Mercado
Jaime: Rody Núñez

Dirección: Andrés Luque Ruiz de Somocursio
Adaptación: Andrés Luque Ruiz de Somocursio y Doris Guillén.

martes, 27 de noviembre de 2012

Raje del bueno, si es que lo hay



Luis Lama Mansur cuenta que en una época, no muy lejana, personas inexpertas comenzaron a escribir críticas de arte en periódicos y revistas con el único propósito de alabar las obras de artistas con apellido rimbombante e influencia a todo nivel, y así ganarse su simpatía y favores. De ese modo, más o menos, comenzó a perderse la crítica acuciosa, en la capital.

En nuestra ciudad, hace un par de décadas, existían críticos de arte que se enfrentaban a pluma limpia en los periódicos; y la gente los leía y participaba de la bronca entre críticos y artistas que semana a semana atestaban algún ácido artículo. Cuentan, por ejemplo, que fueron memorables los misiles escritos que se lanzaban Tito Cáceres Cuadros y José Valdez Pallete, cuando ambos dirigían sendos grupos de teatro en la ciudad.

Actualmente, los artículos de prensa sobre actividades artísticas se remiten, en la mayoría de casos, a una reseña entregada por el propio artista o la institución que auspicia la presentación; un comentario del autor del artículo que “rescata el esfuerzo”; o una entrevista al artistas que incluya un reclamo por la “falta de apoyo de las autoridades”.

En el mejor de los casos encontramos una interpretación de la propuesta artística –con lenguaje acartonado y hasta críptico, a veces-, pero no una crítica. Da la impresión que los entendidos en arte y promotores culturales, que vendrían a ser las voces autorizadas para emitir una crítica, no se atreven a herir la susceptibilidad de los artistas y ganarse su enojo.

Cierto es que se van a enojar, los artistas pueden ser susceptibles frente a una opinión negativa respecto a su trabajo, no sólo por ser el auténtico producto de su inspiración sino porque, seguramente, ha significado el enfrentamiento a un sinfín de adversidades, desde familiares, hasta económicas. Y todas estas consideraciones parecen pasar por la cabeza de quienes escriben sobre arte y les impide emitir una crítica seria.

Hay que tener en cuenta que un crítico, en cualquier parte del mundo, ha de ganarse la antipatía de quiénes critica; pero tiene la misión de involucrar al público con la producción artística, factor muy necesario para el desarrollo del arte. No olvidemos que el arte es una forma de comunicación, que hay un mensaje que busca llegar al público y que su supervivencia dependerá, precisamente, de cuánto perdure en la mente de los receptores.

Pero los críticos se equivocan por defecto cuando proporcionan guías eruditas para entender, supuestamente, una manifestación artística; se equivoca también la prensa especializada cuando se limita a la mera exposición de una pieza de arte. No nos equivoquemos todos, el arte no se entiende, se siente.  Y una buena crítica debe servir como acicate para que esa sensibilidad comience a revolotear en una comunidad a través de los medios de comunicación.

Pensándolo bien, si de sentir se trata, no sólo los entendidos podrían opinar de arte. Si se conserva la calma, si no se comenten excesos, todos podríamos decir con sencillez si una pieza de arte se acerca a nosotros o no. Y de esa manera, comenzamos a hacer del arte parte de nuestra vida. (Paola Donaire Cisneros)

miércoles, 1 de febrero de 2012

Cartas de la Baronesa

Señor de la bocina interminable:

Con el respeto que Usted no merece escribo la presente sabiendo que no llegará a ser de su conocimiento, pero sí -quizá- de entretenimiento para algunos amigos.

No crea Usted que el recordarme mi condición de mujer representa para mí algún tipo de insulto, ni mucho menos que me mande Usted a la cocina; ya quisiera yo poder estar allí y servir de algo. No será con esos supuestos insultos ni con bocinazos que me obligará a "meter carro", como me ordena a gritos desde el auto de atrás, según puedo observar desde el retrovisor. No, porque entonces mi carro obstruiría la intersección de dos calles lo que, además de estar prohibido por el reglamento, atollaría más el tránsito que a todos nos trae locos.

Ya sé que es así como Usted maneja, creyéndose el muy "caña", cerrando el paso a todos; pero yo no. Porque el estar detrás de un volante no anula mi sentido del respeto, ese que me obliga a proceder con los demás, como creo merecer que procedan conmigo.

Sólo me permito sugerirle que la próxima vez que esté en medio de un embotellamiento piense que quizá se deba a que un vehículo cerró todo paso posible, porque su conductor –angustiado por los insultos de otro– optó por “meter carro”.

Atentamente,

La Baronesa de Sambacanuta