“Ciudad a la que nadie se ha atrevido a meterle la mano en
las polleras… Ciudad donde los hombres se emborrachan bebiendo agua bendita…
Arequipa y su táctica de anteponer el pecho a la cabeza”. Así escribió el poeta
arequipeño Alberto Hidalgo en su “Carta al Perú”, en 1953, hace exactamente 60
años.
Ese talante contestatario ha caracterizado a los habitantes
de estas tierras. Varios golpes de Estado, el de Castilla, Mariano Ignacio
Prado, Sánchez Cerro y Odría se engendraron exitosamente al pie del Misti; y
esos fueron sólo algunos de otros muchos levantamientos gestados en la ciudad.
“No en vano se nace al pie de un volcán”, escribió Jorge Polar y está grabado
en uno de los portales del Mirador de Yanahuara, donde todos los visitantes
pueden tomar nota de este distintivo arequipeño.
“Cuando sonaban las campanas de la Catedral, el arequipeño
salía a las calles preguntando: ¿por quién hay que luchar?”, refiere el
historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán. Y así, también se dice que no hay
arequipeño que no hay vivido un terremoto y una revolución. Los últimos fueron
precisamente en 2001 y 2002, respectivamente.
Ese carácter rebelde del “León del Sur” es parte del orgullo
arequipeño. En Facebook, esa red social en Internet que refleja parte del mundo
real, existen páginas con nombres que explicitan nuestro tradicional
regionalismo: “orgullosos de ser arequipeños” o “soy arequipeño, entiendo tu
envidia”, son algunos ejemplos. En estas páginas, se destaca principalmente las
riquezas naturales, las tradiciones, los grandes personajes del ayer y los
recuerdos de antaño.
Sin embargo, la ciudad como está hoy no inspira muchos
comentarios de orgullo; por el contrario, es fuente de diatribas: el
crecimiento desordenado, la campiña exterminada, el caos vehicular, la
delincuencia, las costumbres perdidas, las malas autoridades. Pero, aun
reconociendo que sus condiciones no son las mejores, cerca del 70% de
habitantes en Arequipa dice estar satisfecho de radicar aquí, según una
encuesta realizada por la iniciativa ciudadana “Arequipa te Queremos”, el año
pasado.
Ahora bien, siempre que se contrasta lo bueno con lo malo de
la ciudad se termina responsabilizando a la falta de identidad. En esta línea,
comienzan a aparecer los denuestos contra la inmigración. Sin embargo, según la
misma encuesta, el 65% de inmigrantes dice “sentirse arequipeño”, y sólo el 10%
responde que “no”.
Así, Arequipa cobija a habitantes satisfechos y orgullosos.
Un orgullo que merece más que el puro hecho de ufanarse de grandezas que se
escapan y laureles de ayer; con un regionalismo “que sirva de trampolín y no de
sofá”, que nos impulse a preservar e incrementar la belleza de la ciudad y sus
valores, con esa fuerza que nos hace arequipeños.

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