miércoles, 7 de agosto de 2013

No bajar la guardia

Tomar un taxi no es tarea simple. Antes de subirse a uno, hay que fijarse que el casquete sea de una empresa de garantía, que el número de placa esté pintado en la parte delantera  y puertas del vehículo y que, de preferencia, no sea un “Tico”. Al acercarse al auto para negociar el precio se debe observar que la identificación del conductor esté en lugar visible así como el número de la unidad, que tenga radio de comunicación y que el chofer no esté con lentes oscuros o gorro. Ya dentro del vehículo, nuevamente hay que observar que el número de la placa esté pintado en las puertas y parte posterior de los asientos delanteros. El largo “análisis de seguridad” se complementa además con la previsión de colocar los seguros de las puertas y estar atento a cualquier sospechoso cambio de rumbo que pudiera hacer el taxi.

Sí, todo eso es lo mínimo que tiene que hacerse, si queremos prevenir ser víctimas de un asalto en taxi, una modalidad delincuencial que se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. El modus operandi es similar en la mayoría de los casos. El chofer del falso taxi detiene el vehículo y deja subir a dos o tres sujetos más. La víctima es reducida y despojada de sus pertenencias; o secuestrada varias horas mientras los delincuentes retiran el dinero de las tarjetas bancarias que posea.

En algunos casos, la víctima es torturada, violada o asesinada. Y esas fueron las probabilidades que cruzaron por la mente de Paola, una mujer de 40 años, cuando tres sujetos se subieron al taxi que ella había abordado unas cuadras antes. Ella es periodista y acostumbra andar por las calles muy prevenida de los riesgos. Debido a su trabajo conoce al detalle las modalidades de robo, estafa y demás que existen en el medio, y de cómo prevenirlos. En su labor revisa a diario las notas policiales que dan cuenta de asaltos, violaciones y asesinatos en la ciudad. En resumen: conoce bien de los peligros que existen en las calles y, por eso, cuando requiere abordar un taxi sigue todas las instrucciones de seguridad recomendadas por la Policía que, como ya hemos visto, no son pocas. Pero no, aquella vez no había seguido todo el ritual de seguridad, había confiado sólo en algunos detalles. Bajó la guardia y se convirtió en una víctima más.


Se dice que en la ciudad no existe alguien que no haya sufrido este tipo de asalto o que tenga a algún pariente cercano que lo haya sufrido. Estadísticas precisas no hay y las pocas con que se cuenta sólo sirven para generar “comités” inoperantes o efímeros operativos policiales. El ciudadano ha quedado a su suerte y hasta que no se produzca una milagrosa y eficiente reacción del Estado, sólo nos queda no bajar la guardia. Jamás.

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