Nuestro país ocupa el quinto lugar en América en lo que a
pagar coimas se refiere, de acuerdo con un ranking realizado por el Barómetro
de las Américas en 26 países. Según este estudio, el 28.5% de los ciudadanos ha
pagado alguna vez un soborno a un funcionario, en el último año. Y el 40% de
ellos lo hizo más de una vez.
Juan circula en su auto sin alguno de los documentos que las normas exigen. Si es detenido por
un policía tendría en sus manos evitar una sanción pagando un soborno. La
historia es conocida, los conductores se quejan diariamente en la radio por los
operativos de tránsito y consideran que el único objetivo es llenar de dinero
el bolsillo de malos policías. ¿Y qué tal si en lugar de quejarse no llevan sus
papeles en regla y respetan las normas de tránsito? Eso sería una
responsabilidad individual en contra de la corrupción.
Pero la situación es más compleja. Julia ha invadido un
terreno junto a un grupo de personas. El dirigente les indica sin rubor que hay
que pagar una coima al funcionario de gobierno para que les otorguen sus
títulos de propiedad. Si Julia se niega a pagar el soborno se quedará sin el
apoyo de su dirigente y se ganará enemigos entre los demás invasores. Para
ella, oponerse a la corrupción sería un desafío.
Otro caso: Ronald trabaja en una institución del Estado y
sabe cómo funciona la red de corrupción entre sus jefes y algunos funcionarios
en los procesos de licitación; pero tiene las manos atadas. No puede
denunciarlos sin el riesgo de ser tachado por “soplón” y, lo que es peor,
perder su empleo. ¿No hay salida?
Recientemente, en la Sunat se ha implementado un sistema que
incluye la reducción de penas administrativas para los empleados que denuncien casos
de corrupción oportunamente. Además, una vez identificados los responsables,
sus nombres serán publicados en una lista oficial. Lo único que falta es que
estas personas sean impedidas de ocupar cargo público alguno en su vida y no
sólo por algunos años, como establecen las normas vigentes.
De hecho, todas las oficinas del Estado tienen órganos de
control interno a donde los ciudadanos pueden acudir con denuncias; pero no son
eficientes. Un mal entendido “espíritu de cuerpo” impide sanciones ejemplares y
termina protegiendo al corrupto. Pero la corrupción tiene auspiciadores en
todos los niveles: el ex alcalde de Uchumayo, Vidal Pinto, fue reelecto en ese
cargo, pese a que en su primer periodo ya fue condenado y preso por delitos de
peculado. El pueblo premió así su corrupción y, como ya saben, Vidal hizo de la
suyas por segunda vez y perdió nuevamente el cargo.
Aunque la solución parezca inalcanzable, podemos hacer mucho
contra la corrupción: enfrentarla directamente o, simplemente, no alimentarla,
es decir, ni pagando coimas, ni votando por corruptos confirmados.

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