“Que un perro muerda a un hombre no es noticia, que un
hombre muerda a un perro, sí lo es”. Así está escrito en un viejo manual de
Redacción Periodística de la Associated Press. Y así como lo usual no es
noticioso, al parecer existe un supuesto tácito de que lo bueno es lo que
comúnmente sucede y, por lo tanto, no es noticia. Si una autoridad cumple con
su deber no es un hecho noticiable; que un padre se sacrifique día a día por
sus hijos, tampoco. La noticia es que
esa autoridad sea corrupta o que ese padre sea cruelmente violento con sus
hijos, y así se termina seleccionando como noticia lo que es malo. ¿Cuántas
veces no hemos visto titulares de prensa que señalan: “corrupción”? ¿Se imaginan
uno que diga: “honestidad”?
Y entonces, tenemos noticieros llenos de accidentes y
crímenes. Hasta hace un par de décadas atrás, en la televisión sólo se
transmitía una hora de noticieros a las 10 de la noche, y las notas violentas
ocupaban apenas unos minutos al final del programa. El tratamiento de esta
información ha cambiado trágicamente. Las llamadas “notas rojas” son titulares
y reciben una larga cobertura de imágenes escabrosas y testimonios
desgarradores. ¿Se han preguntado por qué?
Hace unos años trabajaba en un semanario que apostaba por
las notas de interés social y colocaba en primera plana temas como la educación
o la cultura. La venta de esas ediciones era dramáticamente menor en
comparación a las que llevaban en portada una nota policial. La historia de Liz
Pierina o el Monstro de Chiguata batieron récord en ventas. Los editores de
noticieros lo saben: las notas de sangre “venden”. Existe cierto morbo en el
público que los medios malamente aprovechan para aumentar sus ventas o su
sintonía. Ya lo dijo hace unos días un comentarista de CNN: “las noticias
buenas no venden”. Y claro, todos le echan la culpa al vendedor de malas
noticias, como lo hizo el presidente Ollanta Humala días atrás , pidiendo 15
minutos de noticias positivas a los medios peruanos.
Pero el comprador también tiene responsabilidad ¿no creen?
Si el asesinato de Alicia Delgado ocupó primeras planas a lo largo de dos meses
fue porque durante todo ese tiempo los periódicos que abrían con esa
información se vendieron como pan caliente. Y lo mismo sucedió con el caso
Ciro. No crean que los periodistas no estaban también hastiados de tratar el
tema mes tras mes, pero era lo que aseguraba las ventas y la sintonía.
La relación público-medios tiene rasgos esquizoides. Y es
que el público son millones de personas, muchas de las cuales consumen
ávidamente lo que otras repudian. La responsabilidad del “vendedor” de malas
noticias es ponderar sus intereses meramente comerciales; y la responsabilidad
del “comprador” de información violenta es comenzar a demandar y consumir mejores
contenidos, que sí, los hay.

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