Hoy vence el plazo para la inscripción de candidatos al
Congreso, lo cual quiere decir que de aquí al 10 de abril se nos vendrá encima
el cargamontón de promesas electorales, tanto como las montañas de
merchandising: cajitas de fósforos, polos, lapiceros, afiches, pancartas y
demás recursos propagandísticos.
En toda esta parafernalia, los candidatos invierten millones
de soles para darse a conocer y ganar votos. Para poder invertir esos millones,
las candidaturas recurren a financistas que, luego de ganar las elecciones,
cobrarán el favor por vías que no siempre son legales. Algunas de esas vías
suelen ser las licitaciones fraudulentas de obras sobrevaloradas que terminan
afectando seriamente los recursos del país ¿No es absurdo?
Los candidatos a elecciones populares siempre necesitarán de
propaganda, sucede en toda democracia. Lo que tiene de particular la peruana es
la falta de un verdadero control de ese financiamiento. Actualmente, sólo se
cuenta con la buena fe del ente electoral que espera que los partidos sean
honestos al momento de presentar su declaración de ingresos. Las agendas de
Nadine son un claro ejemplo de cómo esta buena fe puede ser burlada fácilmente.
Verificación y auditoría: eso hace falta. Saber quiénes son los financistas es
necesario no sólo para evitar el lavado de dinero sino para evitar que éstos se
cobren las deudas de manera ilegal.
Mención aparte merece la manera en que se utilizan los
dineros de las campañas. En especial porque no existe una cultura de rendición
de cuentas, lo que termina ahuyentando más a las personas de la política
activa. Todo un círculo vicioso.
(FEBRERO, 2016)

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