La relación del ser humano con los autos es compleja. No
elige uno sólo para transportarse, sino para demostrar solvencia económica o
carácter, entre otras cosas. Hay quienes compran una pick up aunque sólo la vayan a
conducir en la ciudad; o un deportivo en el que terminarán llevando a los niños
y a la abuelita. El conducir tiene de lo mismo. Hay quienes llevan el auto como
si se les fuera la hombría en ello: no permiten que nadie los sobrepase o cruce
por delante, aunque sea una persona en silla de ruedas o provoquen un atasco.
Pero, lamentablemente, los egos sobredimensionados no son lo
único que corre por las pistas, también van el estrés, cansancio, impericia e
imprudencia. A lo que, en nuestro país, debemos sumar las vías sin señalización
y en mal estado, y la falta de control vehicular.
En el fin de semana de año nuevo se produjeron más de 50
accidentes en los que fallecieron 11 personas y resultaron heridas más de 100,
en todo el país. Aunque la cifra es alta pudo ser mucho más, tomando en cuenta
las imprudencias que se cometen en las pistas y no sólo por parte de los
conductores.
Según la División de Prevención e Investigación de
Accidentes de Tránsito de la Policía Nacional, los peatones imprudentes han
causado más accidentes, en el último año, que las personas que manejan en
estado etílico. Es la segunda causa de accidentes después del exceso de
velocidad que mantiene su histórico primer lugar. Las personas, a pie o al volante,
siguen siendo la causa y el posible remedio.
(ENERO, 2016)

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