El pasado 2 de octubre, una mujer raptó a un bebé del centro
de salud de Mariano Melgar. Las cámaras de seguridad captaron los momentos en
que una falsa enfermera ingresaba al nosocomio y luego salía de él, corriendo,
con el neonato en brazos. Las imágenes circularon en todos los noticieros
locales y nacionales. Pero más allá del alboroto mediático, lo captado por las
cámaras de seguridad no sirvió para recuperar al pequeño, aún después de más de
quince días de desaparecido.
Este caso nos hace repasar algo obvio pero que las
autoridades han pasado por alto: las cámaras de seguridad, por sí solas, no
impiden fechorías ni capturan delincuentes. Son una herramienta más que
complementa un plan de seguridad en el que deben existir mecanismos de
respuesta inmediata, reconocimiento de imágenes o difusión de alertas, entre
otros.
El propio gerente regional de Salud, Edwin Bengoa, reconoció
que la ubicación del menor se complicaba debido a que el personal del
Ministerio de Salud (Minsa) en Arequipa no se encuentra capacitado para
identificar al recién nacido. Es así que el niño podría ser llevado a
cualquiera de los 247 establecimientos del Minsa en la región y no se podría
dar la alerta a la Policía Nacional; incluso si se distribuyese el identikit de
la raptora. Así como lo lee.
Con esta forma tan absurda de utilizar las cámaras de
seguridad, terminan sirviendo únicamente como pretexto para echar mano del
presupuesto público, bajo el rubro: “seguridad”; y, claro, para proporcionar
material a los noticieros locales que, además, no dudan en utilizar imágenes
callejeras de parejas o borrachos que sólo contribuyen al morbo popular, y con
el auspicio de nuestros impuestos.
(OCTUBRE, 2016)
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