Puntos más puntos menos, ese es el porcentaje en las
preferencias electorales que favorece al fujimorismo desde hace tres procesos
electorales, con la hija del preso ex mandatario, Keiko Fujimori, postulando al
Congreso primero y luego a la presidencia del país.
Alberto Fujimori es el séptimo ex presidente más corrupto
del mundo, según Transparencia Internacional. Se calcula que el fujimorismo
malversó 6 mil millones de dólares durante su decenio. Mediante sobornos
capturó poderes del Estado, Fuerzas Armadas y medios de comunicación. Degradó
las instituciones. Amnistió al Grupo Colina, condenado por delitos de lesa
humanidad. El fujimorismo envileció la moral del país.
Cuando ocurría todo esto, Keiko era primera dama y defendía
al asesor presidencial Vladimiro Montesinos, implicado en toda esta debacle. Sólo
cuando se convierte en candidata, cambia de discurso: lo culpa de todo y
asegura que su padre fue engañado.
Entonces, ¿cómo se explica
ese 30% de apoyo al fujimorismo? Lo que se menciona más es la lucha
antiterrorista y el rescate del desastre económico que dejó el primer gobierno
aprista. Estos balances pasan por alto que Fujimori hizo que la lucha
antiterrorista costara miles de inocentes muertos; y que en el afán de su
re-reelección estaba llevando al país hacia una nueva ruina económica.
Ese 30% marcó las elecciones de 2011 y es determinante en el
actual proceso electoral. Los demás candidatos compiten por el pase a segunda
vuelta y se desgasta en ataques, mientras que el fujimorismo se mantiene ileso
en primer lugar. Esa es su jugada maestra: el compañero que te golpea por la
espalda, echa la culpa al otro y se lleva tu manzana, mientras discuten. Así
más o menos.
(MARZO, 2016)
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