Elegir presidente no es cosa de todos los
días. Más aún, de ello dependen nuestras posibilidades de desarrollo para los
siguientes cinco años. Nada menos. Y sucede que este 10 de abril, no sólo
debemos tomar la importante decisión sobre quién será el próximo presidente del
Perú, sino que también elegiremos a nuestros representantes en el Congreso, a
lo que poco tiempo le dedicamos. De allí que terminamos lamentándonos de los
legisladores que salen elegidos.
Lo que sucede es que prima el llamado voto de
arrastre. Es decir que van al Congreso los que tienen los primeros números de
las listas con mayor votación. No porque los votantes lo decidieron, sino al
contrario: porque no tomaron una decisión al respecto, sólo eligieron al
candidato presidencial y marcaron tres veces el mismo símbolo sin reflexionar a
quiénes terminarían mandando al Congreso, a ganar más de 16 mil soles mensuales
sin supervisión alguna sobre la calidad de su trabajo.
Casi siempre sucede lo mismo, de allí que los
postulantes paguen más por candidatear con los primeros números y que las
listas que mayores opciones tengan las más altas tarifas. Triste el
mencionarlo. Sólo cuando Solidaridad Nacional quiso imponer a una desconocida
con el número 1, el voto fue cruzado, resultado elegido Gustavo Rondón, en las
elecciones pasadas.
Esa capacidad de cruzar el voto y dejar sin
piso a los advenedizos o malos políticos es lo que debe imponerse para evitar
que repitan el plato los actuales representantes por Arequipa que, con poco
mérito, compiten nuevamente con el número 1. Piense bien su voto al Congreso.
Lo del Parlamento Andino es otra historia de la que ya hablaremos.
(FEBRERO, 2016)

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