En China se ha puesto fin a la política de un solo hijo que
llevaba vigente más de 30 años. Las razones expuestas son de índole económica;
sin embargo, también se ha explicado que, luego de estas tres décadas, los
chinos han caído en la cuenta que esta política provocó el surgimiento de
varias generaciones de “ciudadanos inútiles”, pues la restricción de tener sólo
un hijo, inducía a los padres a sobreprotegerlo, excederse en atenciones y
evitarle molestias.
En los países ricos de Occidente, según un análisis
recientemente publicado en El País, durante las últimas décadas los padres se
han esforzado “de una manera nunca vista” por no herir los sentimientos de sus
hijos, para protegerles de lo feo, lo duro y lo difícil de la vida. La consecuencia, señala la publicación, “ha
sido la aparición de una generación de adolescentes y veinteañeros
psicológicamente delicados”.
Mientras esto ha venido ocurriendo en las potencias
económicas del mundo ¿qué hemos hecho con nuestros hijos en el Perú y
Latinoamérica? También hemos buscado simplificarles la existencia,
independientemente de las condiciones económicas. Hemos dejado que los eduque
la televisión, con sus programas de concurso que fomentan el culto a la
frivolidad y chismes faranduleros que le otorgan fama y fortuna a las conductas
falsas y vejatorias. Les hemos dado muy pocos ejemplos buenos a seguir; y no
les hemos enseñado la importancia del esfuerzo.
A partir de esta idea, podríamos ir cambiando lo que
compartimos con nuestros hijos, de lo que enseñamos en casas y escuelas; a esas
generaciones que, más pronto de lo que pensamos, dejan de ser el futuro para
convertirse en el irremediable presente.
(NOVIEMBRE,2016)

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