jueves, 31 de marzo de 2016

Plagiar es robar

Quienes ejercen la docencia en los distintos niveles lo saben: el “copy-paste” es una de las plagas más perniciosas que las nuevas tecnologías han introducido en los centros de estudio. Tan familiarizadas que están las nuevas generaciones con el uso de internet, les cuesta apenas unos “clicks” llegar a una información  medianamente cercana a la solicitada por el docente y listo, solo tienen que copiar y pegar, sin siquiera haber leído el material. 

Y en Internet encuentran de todo, desde el sesudo ensayo hasta la reseña más simple redactada en “nivel escolar”, que pueden utilizar para no levantar sospecha. Al final, cuando el “profe” no se da cuenta, se sienten satisfechos, como si realmente hubieran cumplido su labor. Comentan el asunto en tono de broma y comienzan a ganar honores en esa vergonzosa escuela peruana de la “criollada”. Como hasta el sacerdote plagia, el famoso doctor y el premiado escritor, entonces se pierde de vista de que el asunto es grave.

Y no es sólo una cuestión moralista, eso sería como decir que los carteristas son juzgados por un exceso de ética. Puesto que el plagio es el uso de una idea ajena como propia, es  un robo intelectual. Pero, como la intelectualidad está venida a menos, su importancia es poco valorada.


Una cosa es saber que existen asaltantes, otra muy distinta es sufrir un asalto en carne propia. Curiosamente, lo mismo sucede con un plagio. El tema puede sonar superfluo para algunos, hasta que llega alguien que plagia su trabajo. En ese momento te sientes tan violentado como cuando un delincuente te arranca la cartera. No es broma, y mucho menos una que deba consentirse en los colegios. (SETIEMBRE, 2015)

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