¿Qué tiene que suceder para que un adolescente se inyecte
petróleo en el cuerpo creyendo que mejorará su aspecto físico? Primero, que no
sepa cómo funciona su organismo; lo que se debe a una pésima formación
educativa. Segundo, que haya escogido un modelo a seguir equivocado; lo cual
podemos atribuirle a los contenidos de la televisión basura. Y tercero, la
total ausencia de los padres como guía.
La noticia de dos hermanos cuzqueños de 17 y 10 años que se
inocularon petróleo para parecerse a sus ídolos de la televisión ha vuelto a
desatar las críticas en contra de cierto tipo de programas. La madre de los
niños, incluso, ha anunciado que demandará al programa “Esto es guerra”, pues
sostiene que uno de los participantes dio este consejo para mejorar la
condición física. Legalmente, la señora tendrá que demostrar que, en efecto, se
dio ese consejo a través del programa; moralmente, la actitud de la mujer
demuestra que no ha terminado de asumir su propia responsabilidad.
¿Qué diferencia existe entre estos muchachos y los
centenares de jovencitas que caen en la anorexia para parecerse a las modelos
de televisión o de aquellas mujeres que se inyectan aceite de avión en los
glúteos? En esencia son lo mismo: un afán irracional por imitar un modelo de
éxito basado en lo superfluo. Y eso no es sólo de ahora, ni exclusivamente
peruano, ni de un nivel socioeconómico en específico.
Ya va siendo hora que los programas de televisión aparezcan
con una advertencia sobre el peligro que encierran sus contenidos; y que tanto
padres como maestros superen obstáculos para llegar a los jóvenes con temas que
realmente los involucran. (JUNIO, 2015)
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