Arequipa vive desgarrada por el racismo. El conflicto por el
proyecto minero Tía María lo ha puesto nuevamente en relieve. En las calles, la
radio y las redes sociales se encuentran agravios racistas de toda índole.
Hasta los llamados a la paz son motivo de enfrentamientos verbales y discriminatorios.
A juzgar por los mensajes en redes sociales, existen
personas que se consideran “netos arequipeños”, que desprecian todo lo que a su
entender no es “originario”, critican a los inmigrantes por una supuesta falta
de identificación con la ciudad y los culpan de todo mal.
Involuntariamente, mientras
expresan ésta postura se pintan de cuerpo entero, en su falta de racionalidad
para identificar las verdaderas causas de un conflicto, en la estrechez de
criterio para determinar responsabilidades, en la torpeza de prejuicios y en la
contradicción de conceptos, como identidad, orgullo, democracia o paz.
De parte de quienes se sienten agraviados por los “netos
arequipeños” tampoco existen razonamientos lúcidos pues también se traducen en
desprecio, resentimiento y violencia.
“En sus caras se nota que son arequipeños de verdad”, se
leía en un comentario en Facebook sobre la “Marcha por la Paz”. Observación muy
curiosa porque en los perfiles de esa red social, entre los que se dicen
“arequipeños de verdad” y los que no, se ven todos los matices de piel. ¿Será
porque todos somos peruanos?
No es fácil amar un lugar en donde te sientes rechazado,
insultado o ignorado. Y ya casi todos se sienten así. El arequipeño que se considera
“invadido” y el inmigrante que es discriminado. En esta ciudad de odios que
estamos construyendo va quedando muy poco de qué sentirnos orgullosos. (MAYO, 2015)
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