Cuando un recurso es necesario y escaso, se le suele llamar
“oro”. El agua es oro líquido. Cuando el manejo de este tipo de recursos está
en manos de unos pocos, no tarda mucho en generarse manejos mafiosos, que
benefician a grandes poderes económicos y perjudican a la mayoría.
Digo esto
porque en nuestra ciudad, pese a las posibilidades de lluvia, seguimos
enfrentando la amenaza de una sequía; mientras que el escaso “oro” que tenemos
guardado se maneja de manera, por decir lo menos, extraña.
Con las intensas lluvias de febrero del año 2013, el Sistema
de Información Regional Agraria reportó que la represa de Aguada Blanca había
superado su capacidad máxima de almacenamiento de agua y, según Autodema, el
recurso hídrico en el Sistema Regulado del río Chili –que incluye también las
represas de El Frayle, Pañe, Pillones y dique Los Españoles- podría abastecer a
la provincia por cinco años. Sin embargo, en setiembre del año pasado, sólo un
año y ocho meses después de la “buena noticia”, la ciudad comenzó a recibir
agua de los sedimentos, es decir de la parte profunda de la represa de El Pañe.
Al menos eso es lo que Autodema sostuvo para justificar el olor pestilente que
salía de los caños en los hogares arequipeños.
Ahora, vivimos rezando para que llueva,
pues la Autoridad Autónoma del Agua ha calculado que el agua alcanzará sólo
hasta octubre. ¿Y los cinco años que dijeron? O fueron muy optimistas en el
pronóstico o el consumo duplicó las expectativas. ¿Y qué podría habar
aumentando así el consumo de agua? Regreso sobre lo anterior, el manejo de
nuestro oro líquido está turbio. ¿Aló, Autodema, Sedapar, alguien? (ene.2015)

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