En términos coloquiales: la ciudad de Arequipa “nos está
quedando chica”. Urbanizaciones que ocupan la campiña, carga vehicular que
sobrepasa la capacidad de sus estrechas vías, peatones que no pueden
desplazarse en sus atosigadas calles y comercios que crecen por doquier, son
algunas muestras de ello.
Hasta hace 20 años atrás, el Cono Norte era visto como la
alternativa de crecimiento, pero ya no más. Las invasiones lo han condenado a
la informalidad y el desorden: una extensión más del caótico crecimiento de la
ciudad. Las zonas destinadas a grandes avenidas, parques o áreas de servicio
fueron invadidas por inescrupulosos traficantes que, en muchos casos, contaron
con la venia de las autoridades.
Tanto es así que se ha dirigido la mirada hacia otro polo de
desarrollo: La Joya. Un distrito que se ubica, actualmente, a una hora de viaje
de Arequipa; que cuenta con una zona de expansión; y que ha crecido, hasta
ahora, ordenadamente. De allí que el proyecto de la autopista a La Joya sea uno
de los más importantes para el futuro de la provincia. Esta vía reduciría el
tiempo de desplazamiento hacia este distrito a sólo media hora. Allí podría,
incluso, ubicarse el nuevo aeropuerto. Toda una promesa para nuestro desarrollo
como metrópoli.
Pero esta alternativa ya está en riesgo. Los invasores
nuevamente amenazan con sobreponer sus intereses particulares a los de la
ciudad; y, nuevamente, se ganan la venia de las autoridades. De otro lado, el
proyecto vial está siendo también cuestionado por aparentes intereses que
anteponen urgencias políticas a criterios técnicos. Una infame historia que se
repite.
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