viernes, 13 de junio de 2014

Terrenos electorales

Hasta hace 10 años, las campañas electorales se convertían –entre otras cosas- en un mercado de puestos laborales en el Estado. A quienes apoyaban activamente una candidatura se les ofrecía un empleo en el gobierno central o local, cuando el candidato fuera elegido. Así, cuando Alejandro Toledo asumió la presidencia del país, los militantes de Perú Posible realizaron marchas de protesta exigiendo que se les contrate en oficinas gubernamentales, como se les había prometido.

Ahora, el ofrecimiento más abierto ya no son los puestos de trabajo sino los terrenos del Estado. Las autoridades locales en busca de una reelección están permitiendo que se invadan propiedades para asegurar el apoyo electoral de quienes confían en una futura titulación. Las consecuencias de esta estrategia política son funestas para la ciudad y la sociedad en su conjunto. Primero, porque se estimula la informalidad; y segundo, porque se impide un desarrollo ordenado de la urbe.

Lo más sucio en este asunto es que se pretende aparentar que se trata de solucionar el problema social de la escasez de vivienda en sectores de bajos recursos, cuando en el trasfondo existen intereses económicos y políticos de grupos que lucran con esta necesidad. Nada más lucrativo, hoy en día, que adquirir un terreno a un precio simbólico y luego venderlo a precio de mercado. Tremendo negocio a expensas de los intereses de la ciudad.


Mientras tanto, el trabajador honesto debe seguir postergando el sueño de la casa propia en una ciudad peruana donde el metro cuadrado de terreno cuesta igual que en algunas ciudades del llamado primer mundo.

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