Hace tiempo ya que las cajetillas de cigarros exhiben
imágenes escabrosas de enfermedades causadas por el consumo de tabaco y una
clara advertencia: “Fumar es dañino para la salud”. Aun así se siguen
vendiendo. Si los programas televisivos exhibieran un aviso que advierta que su
contenido es dañino para la salud mental, pasaría lo mismo: se seguirían
consumiendo.
La fórmula de la llamada “televisión basura” es adictiva,
como cualquier otra droga, con la diferencia que es legal, aceptada y defendida.
Un programa que exhibe las miserias humanas tiene alta sintonía porque los
televidentes se sienten superiores ante la degradación de otras personas. Un
programa frívolo que muestra personas con cuerpos bien formados que afirman que
Vallejo escribió El Quijote también reconforta a la audiencia porque sienten
que la ignorancia no es impedimento para el triunfo. Así, esos programas sirven
de anestésico frente a la realidad y van
re-construyendo una sociedad empobrecida moralmente.
Según un trabajo
realizado por el Consejo Consultivo de Radio y Televisión del Perú en 2011, los
peruanos ven en promedio seis horas diarias de televisión, y la mitad de ellos
está de acuerdo con los contenidos. Así, la influencia de este medio en el
desarrollo de la sociedad es peligrosa.
Según el artículo 14º de la Constitución, “los medios de
comunicación social deben colaborar con el Estado en la educación y en la
formación moral y cultural”. Eso en definitiva no se está cumpliendo.
El Colegio de Periodistas de Lima ha iniciado una campaña “¡Basta
de televisión basura!” y apela a la sociedad en su conjunto para un cambio.
Pienso que si sólo los padres alejaran a los niños de este dañino consumo, ya
se habrá avanzado mucho.

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