Pasadas las 4:00 de la tarde del último domingo, en el
preciso instante que 9 de cada 10 candidatos conocían su derrota, acabó su “vocación
de servicio”. No volverán a interesarse en el desarrollo de la ciudad o su
distrito, posiblemente, hasta las próximas elecciones. Volveremos a ver muchos
de esos rostros otra vez dentro de cuatro años, sin nada nuevo que ofrecer; y
algunos correrán con mejor suerte.
Si hay algo que reclamarle al sistema electoral peruano es
la informalidad que propicia y alimenta: candidatos con procesos judiciales
abiertos o pasado carcelario por delitos contra la administración pública,
cambios de camiseta en cada nueva elección, plagio de planes de gobierno,
irrespeto a las normas electorales y demás, que no reciben sanción adecuada ni representan
impedimento para pretender ser una autoridad elegida por el pueblo.
Esa es una lección que podemos extraer de estas elecciones:
las leyes deben cambiar y propiciar mayor seriedad en la contienda electoral,
en todo sentido; desde el abuso de propaganda, hasta el filtro de candidatos y
organizaciones políticas, pasando por una rendición de cuentas clara y
oportuna.
Esas leyes cambian desde el Congreso, cuyos integrantes
también son elegidos bajo este sistema electoral perverso. Difícil tarea,
entonces, para las próximas elecciones generales; pero no imposible. Algunos
resultados de estas votaciones parecen indicar que la madurez política está
prendiendo en ciertos sectores; pese a que en otros casos, la irresponsabilidad
prevalezca.
Y si por un lado, Manuel Vera Paredes, vacado de la alcaldía
por nepotismo, regresa elegido por votación popular al municipio de Cerro
Colorado; por otro lado, Luis Cáceres Velásquez, defensor del “roba pero hace
obra”, queda relegado a un cuarto lugar. No todo está perdido. (8.oct.2014)

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