viernes, 15 de agosto de 2014

Orgullo arequipeño

La cuarta parte de la población de Arequipa proviene de otros lugares del Perú, principalmente de Puno. Un porcentaje mayor ha nacido aquí, pero sus padres y abuelos son de otros lares. Todos ellos, en sentido estricto, no son arequipeños al “cien por ciento”, pero  viven en esta ciudad y hacen de ella lo que es, con defectos y virtudes.

Según una encuesta realizada el año pasado, el 65% de migrantes dice sentirse arequipeño y sólo el 10% dice que no. La categoría “arequipeño” va más allá del lugar de nacimiento. “Un arequipeño nace donde quiere”, decía la legendaria fundadora de la revista Caretas, Doris Gibson.

Es lamentable, entonces, que el aniversario de la fundación española de Arequipa se convierta todos los años en marco para la discriminación de quienes no nacieron en estas tierras y se les endilgue la responsabilidad de todos sus males. Y ese es un error en el que incurren quienes dicen ser arequipeños de “pura cepa”, sin percatarse que con ello echan por tierra la hospitalidad que supuestamente nos caracteriza.

El conocido orgullo arequipeño se basa en la riqueza natural, arquitectónica, histórica y cultural de la ciudad, pero ninguno de esos valores nos ha servido para hacer de Arequipa un lugar mejor para vivir. Estamos creciendo como cualquier urbe subdesarrollada en el mundo, sin planificación y con egoísmo, no sólo por la incompetencia de nuestras autoridades sino por la poca voluntad de los habitantes de mantener una ciudad realmente bella.


Si arrojas la basura en las torrenteras, maltratas los parques, destruyes la campiña, conduces un vehículo contaminante o no sabes compartir la ciudad, entonces no eres arequipeño aunque hayas nacido aquí y comas adobo todos los domingos.

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