Según las leyes peruanas, respecto a la comisión de delitos,
solo están impedidos de postular a las elecciones aquellos que hayan sido
condenados a prisión efectiva por un delito doloso. Una vez cumplida la
condena, pueden ser candidatos.
Entonces, si Pedro vendió la casa de sus fallecidos padres,
sin el consentimiento de sus hermanos y a más de un comprador; es denunciado
por estafa y hallado culpable, igual puede postular a alguna alcaldía. Y Miguel
que, en estado de ebriedad, atropelló a un joven y trató de darse a la fuga;
fue capturado, juzgado y sentenciado sin carcelería, también está en la
libertad de ser candidato.
Lamentablemente, estos casos no son tan ficticios como
parecen. La hoja de vida de Maximiano Huayta Gonzales, que postula a la
alcaldía de Callalli (Caylloma), revela una condena por homicidio culposo, a
dos años y seis meses de pena suspendida. Huayta fue hallado responsable de un
accidente de tránsito donde hubo fallecidos. Igualmente, Domingo Suárez,
candidato a la alcaldía de Cocachacra, incluye una condena por homicidio en su
hoja de vida.
Así como estos delitos, que involucran la muerte de seres
humanos, pasan por agua tibia frente a la ley electoral; otros delitos, como la
estafa o el nepotismo, no son impedimento para pretender ser autoridad, con
todas las de la ley.
Sin ir muy lejos, Manuel Vera Paredes fue vacado a fines del
año pasado del cargo de alcalde distrital de Cerro Colorado, por nepotismo.
Ahora está postulando a la reelección sin mayor empacho.
Frente a un electorado maduro y responsable, este tipo de
postulaciones no tendría la menor posibilidad de éxito. Pero, hasta que no
reunamos esas características, la ley debe cambiar.
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