Listo, cumplí mi tarea. He revisado las hojas de vida y
planes de gobierno de los postulantes al gobierno regional, municipio
provincial y distrital. En el mejor de los casos, cuando encontré una propuesta
interesante descubrí que el candidato no tenía una trayectoria que garantice el
cumplimiento de su plan. El que no es un reeleccionista de mala gestión es un
improvisado, y el que es conocido lo es porque se acuerda de las necesidades de
la ciudad sólo en época electoral. Y ahora ¿por quién votar?
Quedan menos de 50 días para las elecciones, no hay mucho
que se pueda hacer. Estamos entre el mal menor y el voto en blanco (o nulo,
para que no terminemos aumentado el porcentaje del ganador). Pero, aun cuando
un “voto de protesta” (blanco o nulo) ganara las elecciones, seguiríamos en las
mismas. Se iniciaría un nuevo proceso para elegir, seguramente, entre los
mismos candidatos.
La solución está en el Congreso de la República. Son los
congresistas los que tienen que cambiar las leyes para fortalecer la
democracia, impidiendo que el Estado se convierta en el refugio de quienes no
serían recibidos en un trabajo común por sus antecedentes; y fomentando una
activa y continua vida ciudadana. ¿Qué podemos esperar de candidatos que
inician su actividad política pública tres meses antes de las elecciones y una
sociedad que decide incluso cuando está en la fila para votar?
Pero resulta que en el actual Congreso existen legisladores
vinculados al narcotráfico y hasta con la trata de menores, roba cables, come
pollos y estafadores. ¿De cuál de ellos podríamos esperar una reforma?

No hay comentarios:
Publicar un comentario