Es, hay que reconocerlo, uno de los caudillos más destacados
de la historia reciente de Arequipa. Y no lo digo con reverencia. Ya como Jefe
de Planificación en la Unsa gestó un movimiento de cambio que buscaba hacer de
esta universidad “la mejor del país”, proyecto que afianzó desde el rectorado
pero que luego traicionó, dejándolo en manos de un grupo mafioso que llevó a esta
casa superior de estudios al desprestigio en el que ahora se encuentra.
Ha sabido manejarse hábilmente en el sucio juego de poder,
tanto en la universidad como en la administración municipal y el gobierno
regional. La ley que permitía la reelección de rectores tuvo su nombre
estampado; la gesta de junio de 2002, a su vez, sirvió para que recuperara el
liderazgo que su mala gestión en el municipio había mermado; mientras que un
oscuro pacto con líderes populares le permitió salir siempre airoso en el
gobierno regional, pese a los indicios de malos manejos.
Una tercera postulación de Juan Manuel Guillén Benavides al
gobierno regional, meses atrás, era vista como una seria amenaza por sus
contrincantes. Y, actualmente, la presencia de cuatro candidatos afines a él,
es un factor predominante en estas elecciones. Uno de ellos, Carlos Leyton,
utiliza el factor Guillén para sumar votos, asegurando que el caudillo sería su
asesor en un eventual gobierno. Contradictoriamente, Yamila Osorio, su sucesora
partidaria, busca deslindarse de él, criticando su gestión.
El lunes su supo que Guillén había presentado su carta de
renuncia a “Arequipa, Tradición y Futuro”, movimiento regional que él fundó.
Nuevamente abandona un proyecto y acapara la atención política. ¿Qué habrá
detrás de esta decisión?

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